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Publicado por
carlos antón roger funcionario de prisiones
León

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E n el corto espacio de tiempo, que la psiquiatría se ha introducido en nuestras vidas (Siglo XIX), el sentido del tratamiento moral del enfermo (Philippe Pinel; padre de la psiquiatría, demostró que las anomalías mentales se podían curar mediante un tratamiento moral y humano), ha desaparecido por completo. La instauración del derecho a la felicidad, como existencia irreemplazable, nos vuelve a todos, repito, a todos, pacientes de la psiquiatría, cualquiera que sea el tropiezo o tropiezos del deseo. Ya nadie enjuicia o enjuiciamos como aberración o debilidad, la ayuda de un centro de salud mental, sino más bien, como obligado ejercicio al derecho a la salud. En pocos años, la dependencia psicológica, ha crecido hasta extremos difíciles de prever. Los profesionales del animismo (Saul Bellow, novel de literatura, les llamaba « reductores de cabezas»), no comprenden a los enfermos, es más, ni les interesa mucho hacerlo, no desarrollan los modelos necesarios para lograrlo, saben asistir a los psicóticos, pero no descifrarlos, ni tratarlos en el sentido del trato-puro, más que del tratamiento; en cierto modo está claro que la psiquiatría actual, ha renunciado a entender a la gente.

Pero lo que a todos nos sorprende, es la diabólica coincidencia, entre el abandono del interés por el sentido de los padecimientos (el trato moral mencionado) y el auge en la atención hostelera de los pacientes, así como el efecto apaciguador de los psicofármacos, sacrificando, insisto, la comprensión de los enfermos, siendo estos mismos, los que se encuentran en la actualidad, a la cabeza del consumo de fármacos, muy, muy por delante, de cualquier otra especialidad médica. Se entiende por tanto, el tremendo auge que ha alcanzado la psiquiatría, en el pequeño espacio de tiempo en que se ha instaurado oficialmente. Sentimos con firmeza, que nos podemos abstraer al tiempo, sin saber, que es lo que realmente necesitamos, pero una parte de nosotros mismos, demanda recuperarse de instantes que se insertan en nuestro cerebro y no nos dejan sentir realmente lo que esperamos, al atrofiarlo, como hacen los somatistas (prescriptores de fármacos), es decir, con cuidados médico paliativos: drogas, medicamentos, fármacos.... para que la sociedad nos admita, sin ser como somos.

La explicación es clara y meridiana, y la vivimos todos y cada uno, día a día.: «El interés desmesurado de las multinacionales farmaceúticas». Son ellas las que dictan a su antojo comercial, las vicisitudes y el modelo o modelos de los síntomas, ya sea de la mano de sus ideólogos, o del delegado comercial de cada laboratorio, que visita a los psiquiatras, dándoles clases orientativas y adaptándolas a sus expectativas comerciales, al mismo tiempo que convierte al enfermo mental, en un gran consumidor y por lo tanto, en alguien muy interesante y rentable, para el modelo capitalista actual. Fármacos caros y sin posibilidad de pagarlos.

Descubrimos con la psiquiatría, y lo vemos, la punta del iceberg, extendida paso a paso a la medicina en el total de sus especialidades. Es de todos sabido, que quienes financian los congresos internacionales de medicina, curiosamente, son las industrias farmacéuticas y así ellas mismas deciden hasta lo que se debe enseñar y más tarde prescribir a los futuros médicos en la facultades, publicado y expuesto en los congresos de medicina.

Es el control casi absoluto; pero la parte que falta, se la debemos a los seguros médicos, públicos y privados, que como remate a las industrias farmacéuticas, enlazan al resto de la medicina y así mismo influyen en el tratamiento, determinando el fármaco a aplicar. Hoy por hoy, se pagan la mayoría de los medicamentos, con o sin seguro (los genéricos palían y su curación es mínima).

Esta espiral impuesta por ambos bandos, nos envuelve lentamente y observamos que el camino casi andado, nos conduce a tragar por una salud personal impuesta, y no deseada, al antojo de los psiquiatras, en el caso del presente artículo, y del resto de las especialidades médicas, que poco a poco se desarrollan en forma idéntica. Insisto, no interesan los síntomas, ya que la utopía final en cuanto a la curación, siempre pasa y pasará por la cronicidad del enfermo, lo vemos y entendemos como tema tabú, ya que nos atañe de igual forma a la baratería diaria, nos toca los bolsillos, pagamos, hasta el cuadrienio siguiente, a ver si podemos tener más suerte.

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