FRONTERIZOS
Bienaventurados los gansos
Y a hemos descubierto la clave, el arcano selectivo que distinguirá el bien del mal. Déjense los filósofos de tanta metafísica abstrusa que no entiende ni Dios. Aparten los psicólogos sus manazas teóricas sobre el campo del comportamiento humano: ni conductismo, ni psicoanálisis, ni Gestalt. Ni se les ocurra opinar a pedagogos, sociólogos o expertos en teología. Todo eso es inútil.
Si queremos conocer a una persona, revisemos a conciencia su «timeline», que es la forma moderna de denominar a tu pasado digital, a todas esas miguitas que tan alegremente hemos ido dejando por los caminos de la nube para provecho de no sabemos muy bien quién, pero seguro que de alguien que se está forrando con toda la información que gratuita y voluntariamente aportamos al agujero invisible donde todo se cuece. Ya conocen la máxima: cuando el producto es gratuito, el precio es usted.
Analicemos tu Facebook, escudriñemos tu Twitter y alguna piedra habrás dejado en el sendero que ahora podemos tirarte a la cabeza. No hay matices, ni contextos, ni disculpas que valgan.
Si contaste un chiste en el que salían judíos, o eres un peligroso terrorista musulmán o el último descendiente de Aldolf Hitler.
Si alabaste las curvas de aquella rubia tan guapa serás un consumado machista incapaz de apreciar la inteligencia femenina.
Si te reíste con las ocurrencias escolares del gitanillo Peláez de Gomaespuma o un día pusiste en duda el color de la piel de Michael Jackson serás un contumaz racista.
Y si te sacaste una teta en aquella manifestación contra la reforma de la Ley del aborto, tu rastro digital concluye que eres una pertinaz antisistema.
En una de las muchas desternillantes (y políticamente incorrectas) escenas de La vida de Brian , los Monty Python colocaban a Jesucristo predicando su sermón de la montaña ante una enorme y expectante multitud. «Bienaventurados los mansos», dice el Mesías. El eco de sus palabras llega con dificultad a los espectadores peor situados y se produce un perfecto diálogo de besugos:
—¿Han oído eso? Bienaventurados los gansos.
—¿Los gansos?
—Sí, por lo visto van a heredar la tierra.
—¿Alguno tiene un ganso?
—Son los mansos. «Bienaventurados los mansos». Menos mal. Me alegro que hereden algo porque mira que lo pasan mal.
Razón tiene Umberto Eco cuando sostiene que las redes sociales dan el derecho de opinar a legiones de idiotas que antes lo hacían en el bar, frente a un vino, sin mayor daño. Pero en esta guerra de idiotas todos tenemos un pasado digital, nadie está libre de culpa y en cualquier momento un antiguo «manso» puede darte una bofetada en forma de «ganso».