Cerrar
Publicado por
césar gavela
León

Creado:

Actualizado:

E l Bierzo se puede abarcar en buena parte desde unos pocos balcones naturales. La vista, desde lo alto, concreta su romántica geografía y es un acicate para la memoria y la imaginación. También para la melancolía y el silencio. O para la acción y el optimismo. Son infinidad de sensaciones las que nos ofrecen esos lugares si nos acercamos a ellos con calma y apertura.

Me decía Ramón Carnicer que el paisaje del Bierzo que más le gustaba era el que se domina desde el castro de Bergidum, la vieja ciudad romana, antes celta, que dio nombre a la pequeña región. Un nombre que aúna lo germánico y lo latino. Por eso, y por tantas otras razones, a los leoneses, en general, nos gusta mantener, siquiera literariamente, ese doble vínculo. El de ser unos latinos que gustan de sentirse, a la par, astures.

El castro de la Ventosa es uno de los grandes símbolos históricos del Bierzo. La urbe antigua desde donde se dirigió el cruel prodigio minero de las Médulas, y que hoy es una arqueología donde aún queda mucho por excavar. Pero ahí está su cuerpo de milenios y vides; su espera. Desde Bergidum, el Bierzo se revela del modo más exacto y más puro. Rodeado por un cordal de montañas azules.

La Virgen de la Peña podría ser una subsede de Bérgidum. Su extensión hacia el Oeste. Hacia el siempre discutido y conjetural emplazamiento de Interamnium Flavium, la otra sede romana de la comarca. Más pequeña que Bergidum, con su papel lugarteniente de caminos y ambiciones, de oro y soldados. Desde lo alto de la Virgen de la Peña (y desde hace sesenta años con la lámina de agua del pantano de Bárcena) también experimentamos la vivencia estética de un reino mineral y vegetal que nos atañe. Allí, como en Bergidum, sentimos el abrazo misterioso de la naturaleza. Bajo el viento y la luz.

El pico de la Aquiana es la atalaya más alta, la única que ofrece una panorámica casi total del Bierzo, la que ahonda en los valles. Desde allí también se ve la vecina y hermana Cabrera, y el Teleno que anuncia la Maragatería. Y se divisan Galicia y la cordillera cantábrica. Es un enfoque casi estratosférico. Su fuerte carácter fascina a propios y extraños, y convierte al Bierzo en uno de los más bellos espejismos que no lo es. Es realidad.

En todos esos miradores nos espera siempre Enrique Gil y Carrasco. Él estuvo allí antes que nosotros, estuvo profundamente, y dejó el eco fantástico de aquellas emociones en las páginas de sus libros. También en esos miradores, y en muchos otros que la comarca ofrece, late la segunda enseñanza del gran escritor berciano: la de ir lejos, la de buscar el camino allende el valle natal. Nutrirse de él y con esa verdad, salir al mundo. Conocer países, idiomas, textos, conocerse uno mismo. El Bierzo es tierra que no se explica sin los bercianos que se fueron lejos. Que no se fueron nunca.

Cargando contenidos...