EL BAILE DEL AHORCADO
Salva
Se llama Salva, Salvador. No podría llamarse de otra manera. Porque Salva nos salvó a todos un poco. Nos salvó de la derrota y la desesperación. Nos salvó de las certezas de la fatalidad y nos libró de las rejas del miedo. Supongo que estaría aterrorizado, pero nunca lo demostró. Fue un héroe de verdad, de los que te hacen creer que todo es posible si de verdad decides creerlo, uno de esos héroes cotidianos que él ilustraba sin cesar y que eran una alegoría de su propia experiencia. No creo que el dolor hiciera mejor persona a Salva. Fue Salva el que hizo mejor al dolor; lo hizo tan bueno que al final ni siquiera nos creíamos que estuviera ahí.
Dicen que morimos como vivimos. Salva ha muerto como un valiente, sin dejar de luchar y de sonreír, poniendo siempre buena cara, tanto que quien no le conociera pensaría que lo suyo no era para tanto. Y vaya si lo fue. Todo lo fue. La maldita mala suerte lo fue, y tantas otras cosas que no merece la pena recordar. Supongo que cada uno tiene que cargar con su cruz. Incluso los malos, que también los hay en esta historia y a los que —estoy segura— perdonó.
Una cruz. Siempre les pregunto a todos los que atraviesan por una experiencia traumática si el dolor sirve para algo. La mayoría me dice que no. Nunca reuní el valor para preguntarle a Salva si había sacado algo en claro de todo su sufrimiento, pero estoy segura de que me habría dicho que sí. En uno de los vídeos que aún puede verse en su perfil de Facebook aparece un grupo de personas cargando cruces, la cruz que a cada uno le toca en la vida. Algunos de ellos no pueden con el peso y la abandonaban. Otros la cortan para que el camino resultara menos fatigoso. Tan sólo unos pocos siguen adelante con la carga, sin detenerse, sin protestar. Al final, esa misma cruz es la que logra que el camino se cumpla. Salva se agarró a su cruz y no la soltó nunca. Supongo que por eso se convirtió en la inspiración de todos.
Ya nadie quiere ser héroe. Nadie los quiere, porque es duro mirar a uno de ellos y luego contemplar lo que hacemos nosotros. Hay que estar hecho de una madera especial para aceptar el papel, para convertirte en el héroe de los demás, aceptando un destino trágico y salvar así a los que te rodean. Salva nos hizo creer. Nos hizo creer que se podía y eso es mucho más fuerte que la muerte.