HOJAS DE CHOPO
El Alto Bernesga
El paisaje postindustrial se parece mucho al paisaje postbélico. Lo leí recientemente», afirmó un representante de la nueva corporación gordonesa recién constituida el pasado día 13, el mismo día en que, por la tarde, se abrió el Cine Emilia —cuántos recuerdos y nostalgias—, de Ciñera, para presentar la película Cenizas, del director Carlos Balbuena, protagonizada por Jorge Tejerina, naturales ambos de las tierras de Gordón. Un auténtico descubrimiento, por cierto. El comentario tuvo lugar en el coloquio que cerró el acto. La, a mi juicio, magnífica película, cuya presencia es hoy reclamada en muchos foros tanto nacionales como internacionales, viene a confirmar, por una parte, que lo universal es lo local sin fronteras, y, por otra, que el viaje emocional que emprende el protagonista hasta el pueblo de sus abuelos —Santa Lucía de Gordón— trasciende la historia y cuanto de anecdótico pueda tener para convertirse en el símbolo de una España despoblada, un país de casas vacías de gentes. Al margen del análisis que se pueda hacer del largometraje, tan novedoso y personal, con un lenguaje muy propio, a uno le quedaba la duda, una de las dudas mejor, de si aún se vislumbra un resquicio para la esperanza. Otro representante político la defendió a ultranza. Para abrir una sonrisa. Los que dicen amar estas tierras andaban detrás de otros asuntos.
El Alto Bernesga —La Robla, Gordón, Villamanín— ha tenido en la minería uno de los ejes históricos de la economía del territorio, compartido en el proceso hacia el dominio prácticamente total con la ganadería. A nadie se le ocultan las dificultades por las que atraviesa el carbón, con un enrocamiento ministerial de los que hacen época y una enorme tibieza desconcertante en la línea descendente de la responsabilidad política. Dicen los que saben del asunto que esta es la razón —se supone que otras varias más— del vuelco político en los municipios del Alto Bernesga. Si no olvidan este encargo silencioso de las urnas, una de las tareas primeras y principales es poner reivindicación y claridad en el asunto frente a los vaivenes difusos de quienes deciden. Que las cartas queden boca arriba. Desde la Diputación también, donde se sentarán nada menos que tres representantes de la comarca, con diversa voz de mando, si es que no sienten el cálido sueño del sillón de terciopelo.
El asunto no podrá quedar, sin embargo, ahí. El envejecimiento y el efecto llamada seguirán dejando posiblemente más casas vacías. Esto obliga, sin duda, a un mayor compromiso de realismo, de trabajo y de imaginación en la búsqueda de nuevas alternativas, aprovechando incluso recursos existentes. La cercanía territorial y la afinidad socioeconómica obligan posiblemente a proyectos comunes. El reto, independiente o colectivamente, es apasionante. Es el reto de la esperanza que propone, analiza, exige y reivindica si es necesario, y actúa.