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Publicado por
Venancio Iglesias Martín Catedrático de Literatura
León

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L eyendo la prensa griega con mi esposa, asoma la inquietud que pueden tener aquellos griegos más lúcidos por la marcha de la política. El presidente de la Comisión Europea Sr. Juncker, estalló de indignación por la conducta del Gobierno griego y más en concreto por el engaño sistemático con que se sostiene la popularidad del partido de Siriza. Una y otra y otra y otra vez se presenta a las instituciones europeas el mismo programa de «cambios» con las mismas líneas rojas, cambiando alguna cifra e insistiendo sobre puntos de acercamiento y éxitos en las negociaciones. Una y otra y otra vez se acusa a Europa de no comprender la extrema situación en que esta nación se encuentra sumida, haciendo a Europa que prestó el dinero, responsable.

Parece, sin embargo según Juncker, que jamás se ha intentado por parte de la comisión Europea cruzar la líneas rojas que se proponen: las pensiones más bajas (las hay altísimas), el IVA sobre los productos básicos indispensables para que un país no se hunda en la miseria y el hambre, los productos farmacéuticos, etc. Pero sí ha pedido Juncker una y otra vez otras medidas que podrían parar la hemorragia diaria de la fuga de capitales y sus posibilidades de retorno, la elevación de la edad de jubilación sobre la cual se miente sistemáticamente, y y y y el recorte severo de los gastos en Defensa. Ahí están unos frentes en los que parece que Siriza debería hacer algo positivo para recuperarse de la debilidad en que ha caído la nación. Prefieren clamar contra Alemania y Europa en general presentándose como adalides del cambio para una Grecia libre a quien la avidez y la ferocidad capitalista tienen aherrojada a la pobreza.

Adivinemos el discurso que la discreción política de Juncker oculta. «Oiga, oiga. ¿Qué dice usted a los griegos, Sr. Tsipras? Solo se piden reformas que mejoren la economía griega para que pueda ser solvente y pueda pagar lo que debe si quiere más financiación a un interes irrisorio». Algunos hospitales según la prensa griega sufren la más dura menesterosidad. El nuevo partido en el Gobierno, sea por inexperiencia, sea por ideología, sea por populismo facilón ha iniciado, sin embargo, un nuevo gasto formidable: el de la ‘Televisión del Pueblo’. Esta nueva televisión se inauguró hace unos días con asistencia de la mayor parte del Gobierno en una gran fiesta (no muy barata se supone) que duró hasta bien entrada la noche. ¡Pero no se confunda nadie! —¡Es la televisión del Pueblo, no del Gobierno y el Partido de Siriza!— insistían los ministros asistentes. Ji, ji. ¡Qué extrañamente vuelve a sonar la palabra Pueblo! (El nuevo partido populista español hermano de Siriza, habla de «la gente»… La gente lo pasa mal, la gente está indignada, la gente está contra la casta, contra los desahucios, etc.) ¡Vaya gente esta que habla así!. ¡No es del Gobierno ni el partido, es del pueblo, —digo(!) Un parlamentario griego, sin embargo, denunció la colocación de cincuenta y nueve periodistas del Partido en la televisión del Pueblo, ji, ji: —¡Eh, oiga! Pero los corruptos son los de enfrente. —Sí, señor, los de enfrente, pero quite usted el «pero» restrictivo porque, con él, lo que parece es que la corrupción es de los demás y solo de ellos. La corrupción es de todos. Sale del pueblo como los políticos viejos y los nuevos. Y mire lo que le digo: no ande pregonando la corrupción de los demás, porque (como decía mi madre) la que primero lo huele debajo las faldas lo tiene.

Son los inversores, los que en Alemania, Francia, España, Italia, y los demás países de la unión los que se aprietan el cinturón para financiarlos. Son ellos los que están pagando fiestas, viajes y baños de multitudes.

Hace unos días la Zoí Constantopoulos (pongo el artículo porque los griegos y los árabes lo ponen sin que suene despectivo), presidenta del Congreso, salió a proteger una manifestación que iba hacia la Boulí o Parlamento. Salió a protegerla de la policía (sic) a la que conminó a abandonar la idea de parar a la multitud antes de que llegara a Sintagma la hermosa plaza de la Constitución donde se alza el Parlamento y se unió a la multitud para protestar contra ella misma, ji, ji y los que estaban dentro. ¡Gran disgusto para el ministro de Interior! —Su responsabilidad, señora, termina en la puerta del Parlamento, donde hacen guardia los Solyiades. Por cierto la señora no quiere policía uniformada allí sino policías de paisano sin uniforme. Una policía, se quejaba de que no está la crisis para comprar un traje y con los colores que manda la señora que no le gustan un pelo. Otro bromeaba diciendo que, después de desnudarlos, ahora les prohibían «mear»(sic) en las dependencias del Parlamento. Porque en efecto los policías de servicio hacían sus necesidades en los servicios de la «casa de todos» como se dice aquí. ¡Tiene su carácter la señora presidenta! ¡O, quizá, bemoles y testosterona!

Al ministro de Defensa, la oposición le interpela porque viaja constantemente en helicóptero o avión militar, práctica que seguramente también ella tenía: «—Pero tiene usted coche oficial y aviones de línea mucho más baratos». —Ji, ji. ¿Va a saber usted más que el ministro de Defensa? Se acabaron los recortes y además, es un gastito de na. En cambio, cuando a un parlamentario se atasca la lengua (¿de coraje?) y pide una botellita de agua, la señora Zoí le corta de mal talante: —En este Parlamento no se volverá a servir agua embotellada, espere usted a que el ujier le traiga un vaso de agua del grifo. ¡Hay que ahorrar para pagar a esos usureros europeos!

Uno de Olleros, mi amigo Amador, transformaba a la leonesa el refrán ‘cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a mojo’. Cuando las barbas del griego mires de reojo ‘pon las tuyas a mojo’. ¡Precioso!

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