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Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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U na de esas votaciones masivas que incentiva el anhelo vacacional acaba de elegir a Picos de Europa como mejor destino natural en España, contando con más de cien mil partidarios, cuyas opciones cribó y ponderó un jurado profesional de la plataforma viajera. No hace tanto, resultó elegido San Isidoro como mejor conjunto del románico peninsular, en otra votación articulada a través de la red. Son atenciones siempre de agradecer, que además revelan una mirada cabal. Como el parque de Picos de Europa agrupa tantos atractivos, me permito la sugerencia de resaltar uno de sus espacios singulares, en la entraña de Valdeón, que la costumbre empuja a cruzar con prisa. El valle de Valdeón tiene dos entradas, por los puertos de Panderrueda y Pandretrave, y una única salida natural, por el desfiladero del Cares. Las colladas de acceso cuentan desde hace años con áreas recreativas y miradores en los que conviene hacer un alto, para degustar despacio una primera imagen del paraíso.

Bosques retrepados entre el remanso verde de los prados y el vértigo de las crestas, fantásticos desfiladeros, quebradas inverosímiles y puertos de montaña abiertos al asombro componen un ámbito seductor para el viajero. En la briosa corriente del Cares y sus arroyos, a la sombra de avellanos y castaños, las truchas comparten la atónita sorpresa del caminante. Pasado el desbarajuste de Posada, la senda enfila hacia el mirador del Tombo, conjunto escultórico del zamorano Coomonte. Un indicador anuncia la necrópolis medieval descubierta al allanar el terreno para una minicentral eléctrica. En la bajada, el bosque de Corona abraza el curso de la carretera, que por esta zona se vuelve más enrevesada y estrecha. Ya en la umbría, aparece la majada de Corona, que da paso a la ermita, al otro lado del río. Estamos en territorio de leyendas vinculadas al inicio de la Reconquista. En la ermita de Corona habría recibido Pelayo su entorchado de rey, mientras a la entrada de Caín fue lanzado al precipicio el obispo traidor don Opas.

La torre circular del chorco, libre ya de su tenebrosa función depredadora, fascina a quien recorre la empalizada de troncos hincados. Unas ordenanzas regulaban las batidas. Desde la elección de monteros hasta las obligaciones de trompeteros y campaneros e incluso el modo de ondear el pendón en Cueto Pardo durante el ojeo, venían establecidos en este documento del dieciséis. La convocatoria afectaba a hombres y mujeres entre 17 y 65 años. Había quienes tenían asignada la peligrosa misión de bajar al foso para sujetar la presa y sacarla atada al exterior, donde se procedía al ‘juicio del lobo’, ceremonia en la que se dictaba sentencia por sus tropelías, para luego pasearlo como trofeo por los pueblos.