LEÓN EN VERSO
Calorete (IV)
No se puede cuestionar que la base de la pirámide alimenticia estival esté en los cereales, con la aportación estelar de la cebada, por el resultado fascinante de su mezcla con el lúpulo. La cerveza sustenta una relación social por sí misma. Si hay un problema que no arregle una caña, ya no es problema, es atolladero. Cerveceros y cervecistas; ese es el punto de equilibrio que salva a veces de hecatombes. Cereales y fruta. Con el peor calor las mejores uvas se comen a puñados; no por impaciencia, no. Porque al final resultaría indecente que los hijos no pudieran ir a la Universidad (tal y cómo apunta el tema de las becas, las clases acomodadas y dominantes y la forma de legislar para acorralar a la familia currante más allá de los arrabales) porque los progenitores se hubieran pulido el sueldo en vino de una relación calidad-precio poco recomendable. Y en la estacionalidad del producto, se aprovecha desde el estío avanzado para engullir racimos como si no hubiera mañana. Atiborrados de cebada exprimida, con la cosecha adelantada si es preciso, el calor en León se adapta mejor a las circunstancias. Zapatero aprovechaba los veranos para comunicar a los diputados que no iban a repetir; las malas noticias siempre las dan los buenos amigos. Los notificados encajaban el traspié con resignación al tratarse de una embajada envuelta en papel de amistad. Cuánto pudieron aprender del ex presidente cuando La Moncloa no salía ni en sus sueños más remotos. Qué poco lo aprovecharon. En un momento así, de verano, sobrecogió la retirada de los camiones bañera de las obras de la autopista León-Santa Martas, que es la última esperanza para los habitantes de la montaña oriental leonesa de que la ambulancia que los lleva a urgencias gane tiempo en la carrera de salvarlos la vida. Hemingway iba tras las ambulancias porque creía que siempre llevaban una historia dentro; las que bajan de la montaña leonesa esconden un ciclo, quién sabe si la fórmula secreta de todo un ecosistema. La obra que debería sacar el Este leonés del olvido y las inversiones cicateras pende manoseada en el escaparate; como el viejo caballo que da tumbos por los feriales y cada año se topa con el último tratante que lo puso en circulación. Lustroso a primera vista, de buen pelaje, resulta difícil que no interese. Hasta que el chalán se percata del magreo y exclama: quien no te conozca, que te compre.