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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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Tenía en la cara y en las letras trazas de Brassens, Leonard Cohen y Moustaki... pero en flaco-flaquísimo, toque quijotil... era Javier Krahe, al que le valió que de nada vale una voz acristalada si la canción no mueve a sentir, a pensar o reír... tampoco tenían voz Sabina o Alberto Pérez con los que hizo triunvirato cancionero en La Mandrágora, y ya ves cómo llega Joaquín al oído y a los higadillos... músicas que cuentan y no sólo cantan, eso era Krahe, el inteligente burlón, el que sólo hería con la pluma de ganso que cosquillea en la oreja del tripón arrellanado en su butaca jodiéndole la siesta... era el que rimaba la vida burla burlando... y sonriéndole sin porfiarle plazos a la muerte, compañera del alma... y tan temprana, que morir a los 71 se toma hoy por algo pronto.

No traté a Krahe ni le vi actuar nunca (ya me vale, fueron no pocas las ocasiones que cantó en León), pero me harté de colar sus temas en mi programa de radio en los 80, cuando su voz era un redoble de sátira ingeniosa y valiente en medio de la chundarata postmoderna y de aquella movida pegamoide vestida de frívolité y de colorín alocado. Pero Krahe nos devolvía a la sensatez por la senda de la burla.

Y ¡a pensar!, que eso no cuesta.

No quiso ser cantor de estadios y se acomodaba mejor a los puñados de gente que caben en una pequeña sala, en un café-concierto... o en una noche de amigos cantando a trozos, largando en largo y entendiendo de mucho, dicen los que le conocían. Y no perseguía famas o fortunas. Raro. No es frecuente la gente de valía que rehúsa cultivarse un estrellato... y hacer caja.

Mereció, pues, que la muerte no se entretuviera con él y que un infarto fulminante le pasaportara a la memoria sin mayor penalidad. Llamazares jugaba con él al ajedrez los lunes en un bar de Malasaña y dice que deberían ponerle en Madrid una placa con dos versos suyos: Y yo que perseguía la gloria de Cervantes / heme aquí, en la glorieta de Quevedo... pero son tres; y de su canción «Gracias, tabaco»: Y hoy que pensaba, describiendo algún enredo, / ir tras la gloria de Cervantes, / héteme aquí, tras la glorieta de Quevedo.

Valdrían de epitafio... toque Krahe.