CORNADA DE LOBO
Enrojece el sol
Tiene mi madre razón con su viejo latiguillo: Por las vísperas se conoce a los santos.
Según sus vísperas y prólogos, así la talla del personaje o asunto.
La víspera de hoy, el atardecer del 17 de julio de 1936, lo recordaría toda su vida una paisana de Ardón, ese pueblo mal traído al refrán con un «que ardes y arderás», porque Ardón no viene de arder fuego, sino de Abdón, que así se bautizó en el siglo X, San Abdón.
La buena señora ardonesa gustaba relatar la vivísima impresión que les dejó a todos aquel atardecer. El cielo entero se entoldó de rojo, enrojeció el sol hasta hacerse granadina y un empedrado de nubes rojas bordaba el palio... sólo después quiso entender ella que aquella rojez total era una señal divina que anunció el amanecer sangriento que vino tras esa noche, una griesca mortal entre españoles (¿hermanos?) que desangró al país durante tres años... y quinientas noches... triples.
Algunos quieren ver instalado ya en España un cisma civil ante ese pulso entre izquierdas que ganan y derechas que pierden... y auguran tiempos de desmanes y tropelías que despeñarán a la nación por la vía griega. Lo pintan negro sobre rojo y les vendría bien algún mártir o monja violada, pero ya se dijo que hoy las monjas jalean a la chusma roja o avalan a Artur Mas y a canditados a presidente del Barsa.
Irene Villa hace una España mejor, dijo el juez Lesmes cuando las trincheras tertuliadas quisieron hacerla mártir. Querían una víctima vulnerada que saliera llorosa o airada por la tele tras las burlas del tuit que tuiteó el matatuites del año, ese concejal de Madrid que parece un filipón de futbolines, según un malaje de la tertulia vecina.
El frío arricia y azorra... peor es el calor, encabrona, licúa los sesos y disparata. Si viene con ardor, julio es el mejor mes para la guerra, la bronca vecinal y el crimen de alcoba, diría el jurista Duverger. En julio tomaron los franceses La Bastilla y en julio le dio a Franco por montarla parda con una guerra que en algunos alcázares aún no han querido terminar... y ahí están atizando sus ecos para pintar de rojo los atardeceres... pero aquí el sol sólo se enrojece con incendios forestales.