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Ponferrada

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N o se quieren enterar. O lo que es peor, se han enterado y hacen como las avestruces que meten la cabeza en un agujero para no ver un problema que les desborda.

No. No se dan por aludidos. Prefieren levantar muros, instalar concertinas, amurallar las fronteras, disparar pelotas de goma si llega el caso, todo para convertir Europa en una fortaleza, aunque en el esfuerzo, el Mediterráneo se transforme en un enorme cementerio para dos millares de inmigrantes ahogados y el paso de Calais acabe por ser el embudo de la desesperación, con cientos de subsaharianos, de refugiados sirios y afganos que huyen de la guerra, de libios y eritreos que escapan del caos, de desahuciados de todas partes que buscan una vida mejor, encaramados en un camión o arriesgándose a morir atropellados.

Frenar así la inmigración, con más policías, no es la solución. Ni siquiera es un parche. Es una inmensa tontería.

Pero vivimos en un mundo desigual. Vivimos gobernados, o dirigidos —porque los gobiernos que elegimos en las urnas en demasiadas ocasiones son correas de transmisión de otros intereses— por personas que han llegado a la conclusión de que nuestra estabilidad depende de la pobreza o el sudesarrollo de otros. Vivimos en un mundo donde se impone el miedo a no caber todos.

Y la solución a la avalancha de inmigrantes, de personas desesperadas, estafadas por las mafias, engañadas por el mito de la prosperidad que les espera —aquí sólo encontrarán más pobreza, más desigualdad, menos oportunidades, racismo y xenofobia—pasa por un mundo más justo y en paz, claro, un desarrollo global, una relaciones comerciales más equilibradas, un reparto de la riqueza, una economía menos salvaje.

Porque hay para todos.

Aunque sean legión los que nos dicen lo contrario. Los que tratan de convencernos de que alguien tiene que pasarlo mal para que otros vivamos —vivan— con comodidad.

Y habrá, seguro, quien me llame ingenuo. Bienintencionado. Utópico. Son los mismos que se gastan el dinero en ponerle una puerta al campo y luego se extrañan porque tienen la pradera llena de gente.

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