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Publicado por
FERNANDO JÁUREGUII
León

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E l tradicional encuentro veraniego en Marivent, que tendrá lugar mañana entre el jefe del Estado y el jefe del Gobierno, tendrá esta vez menos carácter protocolario y más contenido real que nunca. No hay tiempo para preguntarse qué tal van las vacaciones en Doñana, ni si, y cómo, se abrirán al público los jardines del palacio mallorquín que alberga desde siempre los agostos de los reyes. O por qué se ha defenestrado a Carmona en el Ayuntamiento de Madrid, que no va más allá del desconcierto en el principal partido de la oposición. Cosas menores todas, cuando el Estado es un caballo desbocado, y la sensación en la calle —puede que falsa, lo admito— es la de que la inoperancia, o la inexperiencia, o la abulia, dominan los mecanismos de ese Estado frente a quienes quieren socavarlo, que, por cierto, no son solamente Artur Mas.

Faltan cinco semanas, cinco, para la celebración de una Diada que va a dar lugar a una enorme efervescencia callejera en Cataluña. Pero ¿quien negociará? El rey no es quién para hacerlo y, además, intentó hace pocas semanas una aproximación a Mas que se reveló, parece, del todo infructuosa. Rajoy es hombre de principios inamovibles: es honrado, tiene sentido común, pero le faltan visión de Estado y cercanía. Ya no puede negociar con lo que resulte —¿qué resultará de esa heterogénea lista única en la quien domina de verdad es Oriol Junqueras?— del 27-S. Temo a veces hasta decirlo, pero cada día que pasa me convenzo más de ello: Rajoy no puede pilotar la nueva transición, no sé si Pedro Sánchez o Albert Rivera -Pablo Iglesias de ninguna manera, desde luego_ podrían hacerlo: ninguno de los dos parece querer pactar con Rajoy, aunque Sánchez comete el error de extender a todo el Partido Popular —una maquinaria formidable que ya no tiene tiempo de encontrar un sustituto— su veto.

Rajoy no ofrece salidas concretas; se queda en el diagnóstico desastroso, y se queda corto: Cataluña será ingobernable y, lo que es peor, gobernada en lo que se pueda por gentes que han bordeado esa corrupción institucional que durante tantos años ha desprestigiado a esta Comunidad. La izquierda, la derecha, el centro y hasta el anarquismo presentes en la lista única, los confesionales y los ateos, solo coinciden en una cosa: en procurar la independencia. Y a eso anteponen todo. Luego, Dios y la sombra de Companys dirán. Frente a esa locura, ¿no existe un plan de acción del Estado?

Eso es lo que me gustaría saber tras el próximo encuentro entre Felipe VI y el presidente del Gobierno central. Sé que en ese encuentro de dos personajes muy preocupados, aunque sonrían —más el rey que Rajoy, la verdad— a los fotógrafos en las escalinatas de Marivent, se van a tratar cosas muy serias, muy graves. Y creo que deberían transmitírnoslas a los españoles, porque todo, hasta los jardines de Marivent, está cambiando en este país, incluyendo, se espera, las formas de gobernar a los ciudadanos.

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