Diario de León

HOJASDE CHOPO

Protagonistas y merecimientos

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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L os veranos, época siempre de alientos, compromisos, promesas y provocaciones, dan mucho de sí, aunque nos gustaría estirarlos por eso de las vacaciones. Es época también de regresos a las raíces familiares, a los pueblos de nuestros orígenes y antepasados, hoy, desgraciadamente, cada vez más desnortados y vacíos. La tercera generación, las segunda del exilio en busca de otros horizontes, está menos por la labor del regreso, lo que empieza a complicar aquella algarabía que volvía a llenar casas y calles durante los meses estivales. Entre el variopinto paisaje humano del retorno veraniego no falta el singular e intrépido poseedor de ideas, más bien el que habla del «habría que hacer…», «teníais que pensar…» desde la cátedra del aire y los vientos pasajeros que pretenden endilgar a los demás lo que a él le gustaría que se hiciese. Y hasta otro verano, amigo, que si te he visto, no me acuerdo, que unos se van y otros se quedan.

Pues mire usted, señor de la cátedra del aire y los vientos pasajeros. Lo que sobran son ideas. Lo que hace falta son brazos y, en todo caso, pasta. Tela marinera, como seguramente dirían algunos de nuestros mayores. Al hilo de esta circunstancia, cuya realidad, multiplicada y diversa, seguramente todos conocemos con nombres y apellidos muy propios, surge una reflexión que me ronda desde hace tiempo. Es la de homenajes y reconocimientos. Hay una tendencia bastante extendida de hacer protagonistas de homenajes a los que están fuera y han tenido o tienen una trayectoria más o menos brillante, aunque nada tengan que ver con la proyección de los propios orígenes. Y no solamente es legítima tal actitud, sino digna de elogio, pues en ella late el orgullo colectivo del éxito de «uno del pueblo», expresión tan arraigada entre nuestras gentes. Hijos predilectos, adoptivos, medallas al mérito… suelen honrar a quienes toman la decisión de distinguir a los demás. Es saludable.

Ocurre, sin embargo, que en prácticamente todos los pueblos hay un grupo de personas que los mantienen vivos desde el trabajo silencioso y la disposición permanente. Están en todo, por todo se interesan, activan cuanto sea necesario, se entregan a su ejecución, sacrifican su tiempo para dedicárselo a los demás, se sienten felices haciendo que los demás lo sean. Son, en definitiva, el alma de los pueblos que habitan. Ninguna queja, ningún gesto que mortifique, ningún desaire. Todo un ejemplo. También ocurre, como en tantísimos otros, espero, en mi pueblo, Santa Lucía de Gordón. Hay media docena larga de nombres que ejemplifican con creces esta entrega que hace posible que las cosas se hagan realidad por el bien de todos, los que hacen que la llama no se apague. Tengo sus nombres y sus imágenes en la mente, aunque evite su enumeración por si el olvido… Estos sí, o también, merecen el aplauso, el reconocimiento y el homenaje de todos. A ver.

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