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TRIBUNA

Las carnestolendas son para el verano

Publicado por
jesús maría cantalapiedra. escritor
León

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A la humanidad, al ciudadano, después de un periodo de tiempo más o menos largo, le gusta, precisa cambios; necesita mutar como el plumaje de ciertas aves. Parece que es obligado transfigurarse, desde la forma de desarrollar sus adentros, hasta las relaciones con los demás. Ahí está la historia para demostrar que es inexcusable mostrar a los congéneres que existen otras formas de vida social, política, familiar o estética, distintas a las que nos enseñaron desde la niñez. La incógnita es saber si están errados o no. Hay quienes, más bien, están herrados. Obsérvese la actuación de ciertos políticos. Mas, esa es otra historia cansina. Aburre hasta a las ovejas, aunque hay mucho masoquista por el ancho mundo a los que les va la marcha a golpe de ficciones oratorias repetidas. Se las engullen como los pavos. Sin digerir y directamente al buche. Pero esa es otra canción. Dicen variados mandatarios: «Échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava, azúcar canela y clavo». Y a tragar.

Sin embargo, hoy no toca escribir sobre tales argucias de numerosos personajes dirigentes, sino de la llegada del semaneo , antiguamente llamado veraneo. Hoy, en este país, sólo veranean cuatro. Y vamos con las periódicas metamorfosis. Es fácil. Sólo hace falta contemplar la transformación ornamental referida al atuendo de serias familias al completo (incluida la abuela), grupos de adolescentes o solitarios peripatéticos, llegando el bien ganado semaneo en poblaciones costeras. Por ejemplo, ahí al lado, en la querida Asturias verdegay y añil. Aunque llueva. En verdad, retrasando el carnaval, aquello da la impresión de que va a comenzar la cuaresma penitencial y pía. Es julio o agosto.

El padre de familia, de profesión abogado, bancario, ferretero, manager de un consulting, etcétera, se disfraza de turista hortera (o guirrio según el caso) cambiando la comedida vestimenta cotidiana de su ciudad. Suele portar gorra de visera con la inscripción Caribbean Club , camisola con todo el espectro cromático, pantalones tipo pirata que dejan ver parte de sus blanquecinas canillas, y sandalias franciscanas color pistacho (como pidiendo que le detengan los guardas costeros). Su señora, entrada en carnes: biquini exiguo bajo pareo lila, pamela en tonos fucsia y violeta, gafas de sol y sandalias doradas a juego, con plataformas al modo de los drag qeen en fiesta urbana. Los adolescentes (más prudentes) se engalanan uniformados con camisetas con o sin mangas, en las que puede leerse en la espalda: Stanforf University, Princeton University, Jerezana de Montajes, o California Institute of Technology. La abuela, por aquello de los rayos ultravioleta, viste de árabe tocada con un hiyab. Todo el conjunto playero habla o escribe con sus respectivos móviles de última generación. Y… en ésas estamos.

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