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ÁLVARO MIGUÉLEZ
León

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E ra la playa de León. Decenas de autobuses transportaban leoneses desde la capital hasta Mansilla de las Mulas. Decenas los coches llevaban a familias enteras a la Fuente de los Prados, un recodo en el río Esla, a tan solo 18 kilómetros de León. Corrían los años 60 y 70 del siglo XX. No había nada igual en la provincia. Miles de leoneses pasaban los días de fiesta tomando el sol, chapuzando, corriendo, alquilando piraguas, saltando, jugando al balón y pescando en las aguas del Esla a su paso por Mansilla.

El río, por su parte mostraba sus mejores galas: un caudal constante, aguas claras, calientes y embalsadas, gracias a una rasera natural, que contenía el agua para disfrute de todos los visitantes. A la entrada del plantío nos daba la bienvenida La Fuente de los Prados, con aguas frías, puras y cristalinas que salía de las entrañas de la tierra entre prados verdes henchidos de naturaleza. En ella saciaban su sed los leoneses y habitantes de otros pueblos de la zona a los que se les unían los cientos de asturianos que pasaban las vacaciones en la villa. Mineros y sus familias que venían a secarse, como ellos afirmaban, porque el verano, antes y ahora, sigue siendo una estación pasada por agua en nuestra vecina provincia y ahora Principado de Asturias. La diversión estaba servida. Una cafetería servía comidas y bebidas y animaba con música de ambiente durante toda la jornada. Por las tardes entretenía a los cansados veraneantes con animados bailes que se prolongaban hasta las primeras horas de la noche. Entonces comenzaba un triste retorno para las familias, mayores y niños que esperaban el próximo festivo para volver a la Fuente de los Prados.

Sin embargo para los jóvenes y no tan jóvenes comenzaba una nueva diversión en la discoteca La Estrella, la discoteca más famosa del norte de España, hasta altas horas de la madrugada. Allí se concentraban hasta dos mil jóvenes de toda la provincia. Mansilleses y visitantes que daban suelta a su desenfreno y disfrutaban bailando al ritmo de los conjuntos, atracciones y ritmos más modernos.

Restaurantes, bares y cafeterías recuerdan estos años como los mejores para su actividad veraniega. Meriendas y cenas alrededor de platos de ensaladas de la huerta del Esla, escabeches, toda clase de embutidos, bacalao, filetes de buena ternera blanca, como la de antes, regados con los mejores caldos de Prieto Picudo, con ligera aguja, de las viñas de los Oteros, cerveza y sidra que era bebida compartida por los mansilleses con los muchos asturianos que nos acompañaban.

Hoy vemos que durante el verano hay 28 días y sus cuatro fines de semana sin actividad lúdica y sin atractivos que reclamen la presencia de familias que animen las calles de la villa. Ayuntamiento, empresarios de hostelería y jóvenes de Mansilla tienen mucho que pensar y hacer para recuperar esos veranos de la Fuente de los Prados. Con nostalgia recordamos que otros tiempos pasados fueron mejores.