CORNADA DE LOBO
Papo de monja
T odo refrán cocinero que lleve una monja dentro siempre pide lametones porque de finezas o dulces suelen hablar.
Todos conocen esa delicia repostera que llaman «suspiros de monja », algunos menos saben que también son afamados los «pedos de monja » que hacen en Cataluña como buñuelitos inflados y son menos aún los que han probado las famosas «tetas de monja » que las vende con ese nombre un convento de reverendas de Orihuela... ¿y los «pellizcos de monja »?...
Pero nunca reparé en que hubiera ciruelas de «papo de monja » hasta oírselo el otro día a mi madre... en este caso suena guapo lo de papo, pues se imagina uno a una monja animosa de tez redondeada y tersa en sonrosado casto con papo beatífico ceñido por la cinta del barboquejo de un sombrero campesino de paja que se pone la tía cuando anda en trabajar el huerto del convento... y feliz, claro.
Sin embargo, saliendo de la cocina, el refranero español no es nada piadoso con las monjas, aunque en ningún caso alcanzarían los más de trescientos refranes picudos reservados a frailes, curas, abades, obispos, sacristanes, canónigos... porque ya desde el Arcipreste de Hita se tiene a gala literaria y popular en España satirizar a los clérigos por su vida licenciosa... y ahí les va la puyita pareada que es el refrán.
Pero con las monjas es más piadoso el refranero sin ir más allá de lo pesaditas que se ponen: «La monja te da un limón, pero a cambio de un jamón », que es lo mismo que el castizo «Bollo de monja, carga de trigo ». Conclusión: «Si con monjas quieres tratar: parlar, retener y no dar ». Aquí sí cabría hablar stricto sensu del papo monjil.
Pero la memoria española no olvida aquellos señoríos eclesiásticos que avasallaron al pueblo: «Contra un fraile, nadie; contra dos, ni Dios; y contra la comunidad, ni la Santa Trinidad ».
Y para el final, más postres; ¿qué tal unos «chochitos ricos » de Cantabria o «cojones anticristo » de Liébana?... ¿y los «chochos » de Salamanca?... pues nada, Sócrates pidió las «pelotas de fraile » que elaboran en Chinchón porque él conoció a uno que las tenía como sandías (y tres hijos sin reconocer).