HOJASDE CHOPO
Buiza
H oy media España —también León— está de fiesta. La Virgen de Agosto se multiplica por nuestra geografía bajo diversas advocaciones y marca un punto de inflexión en el calendario festivo más arraigado, devoto y popular. Buiza de Gordón se suma a este regocijo histórico con nombre propio y bien grabado entre sus gentes: Nuestra Señora del Valle, la ermita que se convierte en vigía y saludo a cuantos se acercan a este bello rincón de la montaña leonesa por el que siento especial cariño: ligaduras familiares y afectivas son rastro para adivinar querencias. Y, además, envuelve en su silencio una historia llena de riqueza y de matices.
Desde hace tiempo Nuestra Señora del Valle trae a mi memoria evocaciones cubanas. Está sin escribir, o apenas esbozada, la historia, riquísima, de los personajes que encumbraron el nombre de Buiza en las más diversas actividades y en múltiples lugares del mundo. Los diplomáticos que tienen aquí las raíces de la nacencia, por una parte, y los muchos emigrantes que abrieron nuevos horizontes al otro lado del mar con la añoranza confesada de sus montañas quebrando en el cielo la estrechez física de la mirada. En la emigración cubana, en concreto, tuvieron casa propia –«Hijos de Buiza»- con más de sesenta asociados, en La Habana, ciudad en la que como testimonio y ejemplo, nacieron varios de sus hijos. Los gordoneses en general, también los de Buiza, quedaron fundamentalmente vinculados al gremio de carniceros, de tal manera que incluso el Presidente, a finales de la década de los cuarenta, era de Los Barrios de Gordón. Muchos de ellos vivieron en el barrio de Santos Suárez. Un grupito trabajó en el Colegio de Belén, quizá por influencia del científico leonés Mariano Gutiérrez Lanza, donde conocieron a un joven Fidel Castro.
Hay un nombre en el que me quiero fijar hoy especialmente. Entenderán por qué. Antonio Lombas García, al que llamo, sin una confirmación fehaciente, «el primer balsero». Recién triunfada la Revolución y en desacuerdo con sus supuesto ideológicos, el de Buiza pretendió huir de la isla en bote. Fracasado el intento, tuvo que cumplir condena en la prisión de La Cabaña. En la soledad vivida entre aquellos muros junto al mar y sintiendo profundamente la nostalgia de su tierra, escribió este soneto, conocido para algunos, como homenaje a su Virgen del Valle: «Virgen del Valle, en la prisión sombría / yo recordé tu nombre inmaculado, / en mis plegarias te hube suplicado / vieran pronto la luz mejores días. / Que el terror, el dolor y la impudicia / que hoy azotan a la perla Antillana, / tengan pronto final y que el mañana / sea de dicha, de amor y de justicia. / Acércate al Señor, Virgen del Valle, / y dile al Hacedor de estos mis ruegos / que el alarido del blasfemo acalle. / Que vuelva a ondear la solitaria estrella, / que una Cuba feliz tengamos luego, / y que tanto dolor no deje huella». Hay más historias.