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Publicado por
PEDRO TRAPIELLO
León

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A ntes había que hablar al viejo modo local que uno mamó porque hasta aquel valle en fondo de saco donde el aire y el progreso daban la vuelta (la siguen dando) no llegó más gramática que la vara del dómine-cabra o el gorigori de párrocos de justas luces que su obispo mantuvo en el destierro hasta su muerte sin promocionarles a otro pueblo o rango. Más de tres eran taruguetes y la suya era una gramática coja y latinaja o, sencillamente, una gramática parda.

En la academia de ese púlpito o en la palestra del maestro pegón fueron entreverando aquellas gentes sus viejos palabros indígenas y comarcanos con las nuevas palabrotas cultas que traían los que sabían leer y escribir, el cura y el maestro... y así nació la vieja aspiración nacional: tener el trabajo de un cura (media hora de misa, media de rosario) y las vacaciones de un maestro (tres largos meses por el libro)... falemos como elos , se dijo Quintín.

En la Cabrera -o las Cabreras, como gustan distinguirse- se habló un día sólo el astur, lengua que nidiós sabe a qué sonó y menos aún su letra, no tenían escritura, ni palote en una piedra. Y cuando llegaron los legionarios romanos dando leña y sus ingenieros arruinando montes y explotándoles por dos sextercios, los astures cabreireses empezaron a aprender latines cagando leches por la cuenta que les traía, era la lengua de los soldados, los comerciantes y los primeros curas, anacoretas y santeros... así que en dos o tres siglos desapareció todo vocabulario astur, salvo los nombres de algún paraje, monte, mito, río o viejo dios. Ese astur fósil y desconocido fue la verdadera lengua original de los leoneses (reivindíquelo el leonesismo lingüístico y quémese las cejas averiguándolo). Y si el latín mandaba, ahí estábamos para corromperlo a modo y embutirle cada cual lo suyo hasta parir las lenguas romances que poblaron esta península con sus diferencias y sus galas. Así se fue urdiendo el cabreirés , la fala cabreiresa, un galego castellanote y fronterizo que no es ni lo uno ni lo otro, pero sí algo propio, lo suyo, sólo de ellos ... ¿y quieren enterrarlo bajo un castrapo cazurro al que llaman leonés, lleunés, lleounés, llionés...? Qué lata.