Ese himno

B ombardino, clarín, tuba gorda y un tambor ya valen de orquesta para un himno nacional... ahí van... pero nos falta una letra... el himno español va mudo, cagüental el robledal... tenía antes una letra de Pemán que encargó Franco (se la manipularon) y, aunque no se abolió, lo cierto es que no se oye ya; en realidad, no tiene gran emoción y nadie se la sabe. A Pemán, que se enfrentó al franquismo por defender la legitimidad del catalán, sí le han abolido ahora del callejero gaditano, su patria, y nadie salió por él, salvo Arcadi y dos más.

De vez en cuando se sube alguien al candelabro informativo diciendo que hay que hacerle una letra a ese himno... que ya no se puede vivir sin decir algo y con la grada berrando lorolos o a boca cerrada en los partidos internacionales (digo yo que si se canta a boca cerrada, ¿por qué no lo silban también de igual modo, o sea, padentro?).

En la tertulia de noche propusimos un concursillo inter nos para dotar de verso al chunda-chunda. Sócrates rezongó y al final fue el primero en traer la suya, aunque nos indicó que quizá sea más urgente una nueva música que concilie y a nadie evoque pasados turbios; la de ahora es una marcha prusiana que le regaló el rey Federico II a Carlos III en el XVIII y en las nacionalidades históricas la pintan de Franco; una nueva música lo evitaría.

Indicamos en las bases que se descalificaría de mano al que tirara por el sobao conceto de «Ahí va España, tierra de descubridores... y de futbolistas extranjeros ». Ingenio, señores, ingenio.

A la semana se cerró el plazo y se presentaron tres originales además del profesor. Dos de ellos dieron que hablar y esbuevar, tiraban por lo étnico, la naturaleza y la concordia entre nacionalidades (uno incluía un solo de dulzaina segoviana y tenora catalana). Otra letra iba de retablo de grandes glorias pasadas y futuros pintados de azul braguita. Ni se comentó. Y esperando ansiosos abrir al final la de Sócrates, el sobre contenía solo una cuartilla en blanco. Es el único himno que nos cabe, dijo, el que cada cual tenga en su mollera... así, cuando cada cual esté cantando el suyo, al menos no podrá silbarlo.