Diario de León

FUERADE JUEGO

Fuego a la omertá

León

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A estas alturas del calendario, cuando ya se está haciendo realidad eso de que en León el verano es cuestión de dos tardes buenas y dos mañanas que prometían, resulta que los partes oficiales de incendios no terminan de quedarse en blanco. Ayer mismo los vecinos de San Andrés de Montejos montaron en cólera porque temen que cualquier día alguien puede acabar achicharrado si no llegan a tiempo los vecinos o las brigadas antiincendios. Un riesgo humano cierto y probado para unos y otros que con un poco de lógica nunca debería existir pero que lamentablemente se repite cada verano.

Es cierto que los montes están totalmente abandonados y que el fuego lo tiene todo a favor. Y que la sequía de este año no ayuda en nada. Pero resulta escandaloso que en esos partes de incendios —como el de ayer a las 19.00 horas— todos y cada uno de los focos que fueron sofocados tenían el apellido de ‘intencionado’. Las tibias temperaturas se han convertido en el mejor aliado de unas brigadas que lo tienen todo a favor si consiguen llegar con prontitud aunque eso exige que no haya saturación de trabajo, porque entonces se descontrolan las cosas y los efectos tan incontrolables como el propio fuego.

El colegio de ingenieros de montes se felicita porque aunque se han producido algunas tragedias medioambientales no han sido tantas como se esperaba. Y quizás por ello la situación se hace más indignante. Cuando uno lee cada verano los partes de incendios resultan monótonos por lo reiterativos. El incendio arrasó tal pueblo, el fuego quemó tal monte o nosecuántos focos cercaron tal sitio... Pueblos, montes y sitios que son siempre los mismos. Como si el fuego supiese qué valles le son amigos mientras otros próximos nunca reciben su visita.

Ahí es donde se concreta el problema. Existe un mapa de los incendios forestales que puede hacerse con los partes oficiales. Y hay en todas esas zonas un velo de silencio que se une a unas prácticas arcaicas de uso del fuego —más o menos bienintencionadas— que invitan a recordar esa gran isla del sur de Italia donde la omertá es la gran ley que rige su sociedad. El día que se rompan esas tradiciones y se piense en los incendios sin fórmulas engañosas como la del juez de la minifalda —«el problema es político porque los apagan mal», obviando quién lo enciende— se avanzará hacia la solución. Mientras seguiremos quemando millones de euros cada verano de nuestros impuestos...

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