LEÓN EN VERSO
La más devota
Empujan a hacer tertulias sobre si es conveniente que un movimiento de salvación gane las próximas elecciones catalanas, se cita al dedillo la lista de alcaldes podemitas de ciudades que están a 800 kilómetros, se multiplica la hornada de expertos financieros que desde hace dos meses disertan sobre la deuda en el Pireo, machacan con Chiripas, Varoufakis es el yerno que cualquier acomodado leonés de toda la vida desearía para incluir en su nómina de invitados a la piscina del club social, la población local se especializa en crisis helena como si de esa forma se atenuara la de aquí. Se habla del rescate a Grecia y así se descarga la conciencia por no haber dedicado ni una línea, ni un desvelo, al de León, que en treinta años merece al menos un gramo de atención. Santa María, la más devota, la más lejana, aclara un refrán sobre esta tendencia de desahogarse con cuestiones remotas. A la entrada de los ascensores y en esas escuelas de espías al aire libre que son los mentideros estivales donde las clases pasivas echan la lengua a pacer y dejan de lado el menú del cainismo que alimentó las últimas generaciones de cotillas, se reparten guiones para encauzar las voluntades de cara a noviembre, que se barrunta jaleo. Los problemas de la política en el Maresme son una excusa envidiable para que los de aquí no quiten el sueño. A fuerza de machacar ya han logrado que la gente se encabrone más por las andanzas de una tal Ada que por el verano infame que la política energética le endosa a miles de familias de León, donde aún se depende económicamente de que el carbón entre en la térmica; de los creadores del se rompe España llega los comunistas se van de vacaciones y a residencias de cuatro mil euros al mes. Nada de los de la jurisdicción correspondiente a los que se paga directamente el sueldo; nada de los hacinados en el callejón de la ley de dependencia; nada de los reinsertados en la peana del poder al primer año de los tiros; nada de la investigación sobre el clan de los pisos regalados a los amigotes; nada de aquel momento pretencioso de los aviones por leasing y vuelos regulares entre el valle del Jotón y la selecta Barrosa, con las puestas de sol en Sancti Petri; ni del club de viajes a Marrakech que enterró la dolce vita y aquellas cenas de Manhattan a cuerpo rey, que invita mi suegro. Aún falta por dilucidar si además de invitar pagaba el convite; y con qué dinero.