Diario de León

CUERPO A TIERRA

Carné al microondas

Publicado por
antonio manilla
León

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N os han bombardeado tanto con la idea de que Alemania, además del motor de Europa, es la reserva de sensatez de Occidente, que uno no sabe cómo encajar la última locura que llega de aquellas tierras. Atención: a los alemanes les ha dado por meter el DNI electrónico en el microondas para fundirlo; temen a la fuga de información que pudiera ocurrir desde el chip, por ejemplo, al pasarlo por los controles de un aeropuerto. Cuando metes el carné inteligente en el microondas, a los tres o cuatro segundos, chisporrotea y pega una llamarada bastante sonora. Como un podemita en una capilla universitaria o un rancio en un bar de ambiente, algo así. Por ahora no ha llegado a moda, simplemente es una tendencia, pero dicen que crece cada día el número de sus verdugos.

Uno se imagina a Merkel estupefacta recibiendo la noticia agachando esos hombros como de percherón y meneando la cabeza a ambos lados, atónita ante semejante acceso de creatividad, aunque sea destructiva. Los alemanes, sostenía Stendhal, «se diferencian de otros pueblos en que se exaltan con la meditación en vez de calmarse». Vamos, que por un quítame allá esa crítica de la razón pura son capaces de invadir Polonia y un par de Principados, no digamos ya si les obligasen a practicar yoga o escuchar música New Age . La ola bien pudo comenzar así: un marido teutón, recién publicado su nombre por los piratas informáticos que atacaron la página de citas Ashley Madison, sobreexcitado por la idea que él creía segura de la identificación electrónica, se quita la corbata y decide que va a hacer realidad de una vez por todas el lema de la web infiel: La vida es corta. Ten una aventura . De ahí a colgar un vídeo en Internet haciendo explosionar el carné no hay más que un paso, por lo demás bastante razonable, aunque conlleve multa. Para el resto de imitadores, eso de freír el carné quizá sea algo así como la gota que colmó el vaso, que qué culpa tiene ella de todas las gotas anteriores que lo llenaron. Un acto romántico y rebelde, de resistencia ante el poder, igual que leer un libro en tiempos del Gran Hermano. Mejor leamos.

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