EN BLANCO
Colores venatorios
La eterna liturgia Venatoria ha obrado su magia un año más, para poner en valor ese tiempo de mucha luz, días larguísimos y holganza generalizada que es el verano. Un sol muy moreno, tan narcisista y elegante como siempre, ha lanzado a discreción sus destellos gloriosos desde el cielo, armonizando los arrullos estivales y felices de la pereza. Sociedad más que centenaria y adornada con un máster en saber estar, en La Venatoria prima una cultura del buen vivir jalonada por el mundo de los afectos, los privilegios de la amistad y el fascinante arco iris de las relaciones humanas. Todo un lujo asiático en esta desdichada época en la que casi no tenemos tiempo ni para lijar el parqué. Como telón de fondo de la canícula que se nos va, tuvimos unos cuantos desahogos fiesteros distinguidos por el bullicio y las ganas de disfrutar. Una ruleta de juegos y celebraciones con gran éxito de asistencia y un ritmo de actividades frenético.
Entre las propuestas incluidas en semejante explosión de vida me quedo con la exposición del pintor Vicente Soto, artista con muchísima calidad y un colorido que te entra bien por los ojos. Su oficina es la imaginación, centrada en este caso en retratar diversos paisajes y personajes de La Venatoria con una mirada del siglo XXI. Un estilo con nombre propio que se caracteriza por la flexibilidad, suprema elegancia y la precisión de su obra. Por lo demás, nada nuevo bajo el sol -y nunca mejor dicho-. El crapuloso Pepín Muñiz sigue perpetrando sus habituales piraterías amorosas en la sauna y territorios aledaños, licenciosos manejos que lleva cometiendo desde tiempos de su colega Tutankamon. Y como guapa oficial del verano ha sido coronada Raquel Álvarez, matrimoniada por vía legal con el tarambana de Cantalapiedra. Una mujer 10 por hechuras estéticas, educación y formas. Lo que no es poco.