La opinión del lector

Ramiro Valbuena 13

y los enredos de los poderes fácticos

H ace ya muchos meses que las obras se paralizaron. Lo que había empezado con un ímpetu más que sorprendente, entró en una fase de estancamiento silencioso y nunca más se supo. Previamente, un cartelón de proporciones XXXL recubrió durante tiempo la fachada, lanzando un reclamo para los que ansiaran «vivir en el centro».

Ahora, un estafernio descomunal sostiene una fachada que me temo no puede ser tocada. Parece, por lo que me dicen mis informantes, que el edificio está inmerso en el catálogo de inmuebles protegidos de la capital.

Pero los enredadores pensaron que podían saltarse a la torera la normativa urbanística. Ellos están acostumbrados: un constructor con varios gatillazos en su haber, de curriculum zizagueante, próximo a los compinches de Zapatero, otro constructor de relumbrón venido a menos y ligado a entidad financiera de postín y capitalina, y dos ex concejales peperos muy conocidos y sabedores de tiralíneas y compás.

A la compañía habríase de añadir el conyuge de una que tenía pretensiones de condimentar el enredo desde la atalaya institucional en la que oteaba el terreno.

Todo estaba calculado. La tarea se antojaba fácil, puesto que los intervinientes no eran legos en la materia de normas, ladrillos, pelotazo y maniobras de quita y pon.

Lástima que los sucesores parece que van a desbaratar el sueño de los listos de turno.

Tengo un gran aprecio personal por el alcalde Silván. Lo conozco desde hace mucho tiempo y he sido testigo de sus quehaceres. Es cierto que empezó repartiendo diezmos y primicias; yo se lo afeé públicamente desde estas mismas páginas del Diario, pero también sé que se guía por el pundonor y la rectitud en su labor diaria.

A ver, pues, en qué queda el culebrón de Ramiro Valbuena, y esperemos que al menos esta vez, la ética y el buen hacer prime sobre el enredo y el trinque.

En un país, tal que el nuestro, esto es ya un triunfo sublime.