EL RINCÓN
Cobrar del cobre
R obar el cobre de las líneas del AVE se ha convertido en algo tan terriblemente habitual como matar a la novia o a la esposa que se quiere divorciar del asesino. El AVE es la tecnología del siglo XXI y los ladrones aplican los procedimientos de los bandoleros del siglo XIX, en una fusión histórica que es mucho más deslumbrante que esas fusiones que hacen en la cocina moderna para lograr que se estropee el plato tradicional y que se antoje impensable un futuro gastronómico.
Mis conocimientos de investigación policíaca arraiga en las novelas policíacas, o sea, que soy un profundo ignorante, pero me llama la atención que en un mundo donde se sabe qué compro, a dónde viajo, y si he pasado o no por la Gran Vía de Madrid, gracias a la informática y las cámaras de vigilancia, unos tipos vayan con una cizalla del novecientos y se lleven toneladas de cobre, sin que salte la más mínima alarma.
Claro que todavía es más asombrosa la segunda parte. Tu robas en un banco y, con el dinero conseguido, si no te pillan, puedes adquirir unos billetes de avión, una colección de trajes o comprarte un flamante automóvil, todo eso pagando al contado. Lo que no puedes hacer, después de haber robado mil kilos de cobre, es marcharte a celebrarlo a un restaurante, y, a la hora de pagar la cuenta, decirle al camarero que le pagas con veinte kilos de metal.
Si la tecnología de Adif no puede colocar alarmas efectivas, al menos parece razonable que la policía vigile a los peristas especializados, porque no puedes ir con una tonelada de cobre por ahí, a ver quién te la compra, ni venderla al detall.
No hay miles de chatarreros en España y, además de que la inmensa mayoría son honrados, los que no lo son lo tienen que revender a terceros, se supone que a precios atractivos. ¿No se puede exigir a estos terceros algún tipo de control? Me resulta raro que la Agencia Tributaria se entere de cuánto he cobrado por una conferencia pronunciada en Lugo hace año y medio, y no sepa de dónde procede el cobre que se vende. Claro que yo soy un ignorante, mientras la Agencia Tributaria lo sabe todo. Bueno, todo, menos por dónde andan los que cobran del cobre... robado.