Diario de León

FUERADE JUEGO

Floreros en común

León

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L o de echar tierra encima de un asunto cuando no nos agrada va de algún modo implícito en la condición humana. Lo saben en el Vaticano, en los colegios y en los hospitales, en todos los partidos políticos e incluso entre quienes dirigen los más variados colectivos. Ese afán porque lo importante es que no se sepa nos pierde a todos, pero eso sí como lo haga el de enfrente.... que se prepare.

El caso de la concejala ponferradina a la que le pusieron en claro que fue en la candidatura en un puesto de salida por ser mujer y ser una chica joven tampoco es nuevo. Más o menos veladamente es habitual en todo ese inframundo de cloacas que genera la confección de las listas electorales en las que no faltan las cuotas, las cremalleras o la cartelería vistosa, con olorcillo asquerosamente rancio a centímetros más o menos de escote o falda.

Llama especialmente la atención lo ocurrido en ese partido que está en la cresta de la ola tras su éxito en Cataluña y que en las municipales optó sin ningún pudor en su imagen de toda España por un perfil muy evidente de candidatas, aunque eso sí, ahora, cuando toca ir a negociar o a poner las cosas en claro quienes llevan la voz cantante son más bien otros.

Aún resuenan en Valladolid los ecos de aquel bocinazo de la primavera cuando a uno le dieron el ultimátum de que si no encontraba ya una mujer para liderar la lista tendría que ir él mismo como candidato directo hacia el precipicio...

En el caso de Ponferrada en Común conjugan perfectamente los dos pecados. El del ‘florero’ en la candidatura y el de silenciar el caso durante meses. Rebeca Nieto se ha quedado sola. Han pasado las semanas y nadie ha dado un paso al frente a pesar del presunto ‘trato vejatorio’ sufrido. De nuevo una mujer que se queda sin esa oleada de apoyos, comunicados y reclamaciones de dimisiones que se aplica con total contundencia en otras oportunidades. Su delito está claro: rompió esa disciplina de sacristía y nos puso ‘en común’ lo que está sufriendo.

Silencios de nuevo que sólo hacen cómplices. Silencios que condenan a otra mujer con nombre y apellidos al ostracismo. Silencios tras reuniones y llamadas porque denunció lo que no debía. Silencios que no piden dimisiones, ni escarnios públicos... aunque Rebeca lo tiene claro: no quiere ser ‘florero.’

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