Diario de León
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manuel alcántara
León

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N uestros sombrios contables de Bruselas han situado el déficit español el tercero por la cola de la Unión Europea. Un puesto de descenso en la liga económica, que sólo tiene claros los puestos de arriba, que nunca sufren peligro porque nadie hay que esté más alto que ellos para pedirles cuentas. Lo más intrigante es el gasto público no declarado y el ministro de Hacienda y de Administraciones Públicas se ha convertido en un detective privado. Investiga a las comunidades y a los grandes ayuntamientos por si ocultan dos cosas: los gastos más altos y los más pequeños. Ya sabemos que en España hay gente que se conforma con que la pongan en un sitio donde haya algo que llevarse, ya que lo demás corre por su cuenta corriente.

El escándalo del 3%, si bien se mira, no resulta demasiado escandaloso. Los apoderados de los toreros cobran más, a pesar de no jugarse la femoral en sus pases naturales, pero a ellos le parece lo más natural permitirles que se la jueguen. También los ‘managers’ de los boxeadores, a los que en norteamérica llaman los hombres del 33,3, perciben legítimamente esa cantidad, una vez deducidos todos los gastos que ocasiona poner a punto al hombre que se subirá al ring. ¿Por qué alarmarse porque el revuelo del por ciento haya alcanzado de lleno a Mas y a la Generalitat? Los que deben alarmarse son los tesoreros. Están cayendo como moscas por haberse arrimado al panal de rica miel de la política, cuyo consumo está vedado a las personas decentes que deseen seguir siéndolo.

Las pesquisas policiales emprendidas en varios puntos de Cataluña no dejan de tener un tufo de represalia al insensato proceso soberanista, pero tienen su razón de ser, aunque no tengan razón de existir si no se amplían a otras comunidades. En todas —sálvese quien pueda— se han cocido calderadas de porcentajes. Su ingestión era lícita mientras era clandestina.

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