MARINERO DE RÍO
Bancos buenos
Durante mucho tiempo sus mensajes fueron directos, agresivos, viriles, casi desafiantes. Cómprate una casa. Cambia de coche. Veranea en Marina D’Or. Yo les añadía coletillas: Cásate, cojones. Arregla la habitación del niño, que parece la cubil del gocho. Cómprale algo bonito a tu mujer, pedazo de tacaño. Más que bancos parecían suegras. Me recordaban a aquel chiste de Rodera: «Consuma usted combustibles fósiles. No sea una nenaza».
Ahora, para sorpresa de todos, los banqueros amagan con convertirse en una comunidad de frailes trapenses. Sólo hay que ver sus anuncios televisivos. Bankia nos viene a decir que sí, que la liaron como Amancio pero que ahora se levantan todos a las seis de la mañana y curran como descosidos, Goirigolzarri el primero. «Lo siento, nos hemos equivocado, no volverá a ocurrir», sugiere el spot, pero ni una palabra sobre el caviar que engullimos ni de las friegas que recibimos en las casas de masajes tailandeses «cuando éramos reyes», que cantara Quique González.
Otros se presentan como bancos verdes, sociales, éticos, humanos o inteligentes, como si el Tío Gilito se hubiera hecho de Podemos. En sus reclamos aparece gente feliz y concienciada, que siempre gasta menos de lo que tiene y el resto lo dona al África negra. Todo con mucho compromiso y manteniendo bien tapadito el hecho de que los bancos están hechos para ganar pasta. Cuanta más, mejor. Y que son capaces de absolutamente todo con tal de llegar a esa meta. «Un banquero es un señor que nos presta un paraguas cuando hace sol y nos lo exige cuando empieza a llover», apreció Mark Twain. Algunas de las más certeras frases sobre bancos fueron escritas hace tiempo. Henry Ford: «Es bueno que la gente no conozca el sistema bancario, si no, habría una revolución mañana por la mañana». Y Voltaire: «Si ve saltar por la ventana a un banquero suizo, salte detrás. Seguro que hay algo que ganar».
Personalmente me quedo con la reflexión de Clint Eastwood, ‘Blondie’ en El bueno, el feo y el malo: «El mundo se divide en dos, Tuco: los que encañonan y los que cavan. El revólver lo tengo yo, así que ya puedes coger la pala».
Y el revólver... pues lo siguen teniendo ellos.