Diario de León
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antonio manilla
León

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El meridiano de Greenwich ha protagonizado algunas anécdotas a lo largo de la historia. Recuerdo ahora la respuesta que el diputado irlandés Timothy Healy le dio a un Lord en la Cámara de los Comunes para explicarle la naturaleza de la nacionalidad: «es, simplemente, algo por lo cual la gente muere. Nadie, ni tan siquiera este noble señor, moriría por el meridiano de Greenwich». En tiempos más recientes, fue muy jugosa, por lo disparatada, aun viniendo de otro noble señor, el empecinado ministro José Manuel Soria, la rueda de prensa en que se obcecó en hacer ver al presidente del gobierno canario que Greenwich pasaba por Canarias. Paulino Rivero, que ya dejó el cargo, se fue sin aprovechar la ocasión de lanzar un reclamo turístico definitivo: «Hasta el Meridiano pasa sus vacaciones en las Islas Afortunadas».

El meridiano cero, sito en el barrio londinense de Greenwich, a las orillas del Támesis, es el eje a partir del cual se definen los veinticuatro husos horarios que rigen en las diferentes zonas de la tierra. O que deberían regir la región horaria, porque España lleva más de setenta años al margen de una lógica ante la que tampoco somos los únicos rebeldes, pues hay cuarenta zonas diferentes en el mundo. La causa de este desfase voluntario procede de una decisión política, cuando Alemania modificó en 1942 por decreto el huso francés y el gobierno de Franco se alineó con los alemanes, negándose a volver luego al redil con la excusa de que Greenwich también pasaba por Castellón. Con la hora de verano, un cambio igualmente de origen bélico pero más veterano pues procede de la Primera Guerra Mundial, lo cierto es que nuestro país va dos horas adelantado respecto a la hora del sol y que vivimos en cierto desajuste entre los periodos de luz y oscuridad.

Desde que en 2013 el gobierno aceptó estudiar la posibilidad de cambiar el huso horario español, para ponernos en hora con los países de nuestro entorno, se ha alimentado el debate sobre su pertinencia, que no parece inicuo puesto que la situación actual provoca problemas de salud y sueño entre la ciudadanía. La latitud de nuestra península, que no es la escandinava, nos permite volver a nuestra zona horaria natural sin padecer caos solar y recuperando vitalidad. Planteémonos el huso horario y el uso laboral de los horarios.

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