TRIBUNA
El sínodo de obispos sobre la familia, ¿y despues qué?
E l Sínodo sobre la familia, que se celebró en Roma del 4 al 25 de octubre y que versa sobre «la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo», ha despertado un gran interés en la Iglesia y en los medios de comunicación a nivel mundial y ha generado muchos e importantes documentos, pero también muchas dudas sobre su efectividad. Existen muchas razones por las que se puede dudar de sus resultados.
La primera dificultad está el mismo tema del Sínodo, la familia; un tema demasiado amplio y complejo. La familia, como institución social, está interrelacionada con las otras instituciones y, por consiguiente, condicionada por ellas. La familia está sometida a los fenómenos económicos, políticos y sociales: desempleo, vivienda, guerra, terrorismo, desplazamientos poblacionales, cambio climático, diferencias interreligiosas, consumismo, medios de comunicación social, educación, etc. Cada problema que afecte a la sociedad, tiene un impacto también en las familias. También pueden influir en los resultados del Sínodo los distintos parámetros morales, principalmente los relacionados con la sexualidad, que rodean a la familia: aborto, anticoncepción, madres sustitutas, homosexualidad, divorcio, igualdad de género, maltrato infantil, violencia doméstica, etc. Las familias son el lugar donde uno aprende los valores de su cultura, que no siempre coinciden con los valores de la teología y moral cristianas. Simplemente creemos que es un tema demasiado amplio y complejo para conseguir resultados en unas reuniones sinodales.
La segunda dificultad puede venir de los mismos miembros del Sínodo. Los 270 padres sinodales provienen de culturas diferentes, con diferentes prioridades, sin dejar de mencionar diversos conceptos culturales sobre la vida familiar.
Los obispos de Oriente Medio y África priorizan en sus familias la amenaza constante de violencia y muerte que les obliga a convertirse en refugiados y a ver como sus familias se dividen o simplemente mueren, mientras que muchos obispos en el mundo desarrollado están preocupados sobre cómo responder a las altas tasas de separación y divorcio, a las bajas tasas de natalidad y a las nuevas formas de moral sexual. En las naciones ricas e industrializadas, los problemas pueden ser la trata de personas, la violencia de género, los matrimonios interreligiosos; mientras que en las naciones más pobres o en vías de desarrollo, los problemas vienen de sus costumbres culturales: niñas casadas prematuramente, poligamia, mutilación genital femenina, etc. ¿Pueden los padres sinodales, provenientes de tan diversos sistemas culturales, llegar a un entendimiento común de los problemas que enfrentan las familias y, sobre todo, cómo ofrecerles alguna solución? Según las noticias que llegan de Roma, parece que la división de opiniones entre los padres sinodales es muy fuerte.
El tercer problema a que se enfrenta el Sínodo es el propio proceso sinodal. Los sínodos producen discursos, recomendaciones y a veces incluso un documento final, pero puede ser representativo de todas las opiniones y sobre todo orientativo para todas las culturas? O tendrá que limitarse a las mismas recomendaciones que ya hizo el Sínodo sobre la Familia en 1980: mejor preparación al matrimonio, mejor formación del clero para ayudar a las familias, mejores programas de educación, un mayor apoyo de los gobiernos a las familias.
Los programas concretos los tienen que crear personas emprendedoras y decididas que tengan ideas, experimenten con ellas y a través de ensayos y errores vayan ofreciendo soluciones a las familias.
La cuarta dificultad con que se encontrará el Sínodo es el enfrentamiento entre la cultura ideal, lo que tiene que ser, según la norma católica, y la cultura real, lo que de hecho es; es decir, lo que puede y no puede cambiar el Sínodo. En el caso concreto de los casados divorciados y vueltos a casar y su reinserción en la comunidad creyente, por un lado hay padres sinodales que solamente ven la ley, el contrato matrimonial es permanente y solo termina con la muerte de uno de los conyuges, pero por otro lado están los millones de personas con sus matrimonios rotos, que esperan una respuesta de la Iglesia y de este Sínodo. El papa Francisco en este caso concreto se ha adelantado permitiendo a los obispos declarar un matrimonio nulo a través de un proceso administrativo en lugar de un proceso judicial.
Pero el problema fundamental con que se enfrenta el Sínodo es el mismo que tuvo el Concilio Vaticano II: ¿qué puede y que no puede cambiar en la iglesia? El papa y los obispos están diciendo constantemente que el Sínodo no cambiará la doctrina de la iglesia, sino sólo la práctica pastoral. Entonces ¿cuáles serán las aportaciones del Sínodo para dar respuesta a los problemas a los que hoy se enfrenta la familia?