OPINIÓN
EDITORIAL: Elecciones para salvar unas pedanías a preservar con rigor
Las entidades locales han ganado protagonismo en esta precampaña electoral por una doble vía. Un partido, Ciudadanos, las ha incluído en su lista negra y pretende focalizar los futuros recortes que propone en su programa en la desaparición de ayuntamientos y diputaciones. Y en el caso leonés también han vuelto en estas semanas a la actualidad las entidades más pequeñas, las juntas vecinales, por la convocatoria de elecciones para cubrir aquellas a las que nadie se presentó en los comicios locales del pasado mes de mayo.
Los históricos concejos son una fórmula de participación ciudadana que merece el mayor reconocimiento. Y en muchos lugares de la provincia las juntas vecinales son un órgano muy eficaz para facilitar los servicios a los vecinos de las poblaciones.
Pero un análisis real también plantea incongruencias relevantes. Es el caso del municipio de Igüeña, donde los sucesivos alcaldes han reclamado sin éxito que se supriman un par de pedanías donde no vive nadie desde hace más de 40 años y ya ni siquiera queda nadie allí censado. Lo ocurrido en Montes de la Ermita y Urdiales de Colinas evidencia que tantas amenazas catastrofistas sobre las entidades locales menores no respondían a la realidad. No sólo no se eliminó ninguna por la, por otra parte razonable, exigencia de las cuentas para su fiscalización. Es que ni siquiera cuando existe el deseo expreso —porque incluso según prevé la legislación de manera reiterada nadie se presenta a las elecciones— la administración decreta el final de esa entidad menor.
En todo esto se echa en falta un poco de rigor que separe los debates de la demagogia fácil. Las juntas vecinales generan a veces hasta distorsiones cuando se mantienen en la cabecera del municipio ‘compitiendo’ día a día con el ayuntamiento. Su conservación es imprescindible. Pero eso sí cuando no supongan una distorsión para el sistema.