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Publicado por
miguel paz cabanas
León

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A purando días espléndidos, decidimos subir desde Boñar a Riaño atravesando el Puerto de Tarna, para disfrutar de los últimos brochazos del otoño. Todavía quedan vestigios cobrizos y dorados en los bosques y aunque en las praderas persiste una fina capa de niebla, los animales, yeguas y vacas de pelo largo, son la viva estampa del placer. Es al entrar en los pueblos donde el paisaje adopta un cariz menos prometedor: súbitamente, entre casas de labranza bien conservadas, descubres tejados de uralita por doquier, construcciones levantadas con bloques, galerías de aluminio o, literalmente, fachadas forradas con chapas de cinc. En un pueblo con una antigua unidad escolar de piedra, justo en medio, han dado licencia a un bar que luce, entre otros símbolos recios, una bandera gigantesca, ajos en trenza y varias revistas con chicas desnudas en la portada. A la salida ves una fuente nueva de gusto dudoso. Te preguntas si una porción de los dineros que durante tantos años ha venido gastando la Administración en obras más o menos faraónicas (aeropuertos, museos, palacios de congresos), no se podía haber destinado a subvencionar generosamente a las pedanías para que mitigaran tanto horror estético y patrimonial: para parecernos un poco, por ejemplo, a esas regiones francesas donde sí se da importancia al aspecto armonioso de sus pueblos.

Nos desviamos hacia Lois, donde, por desgracia, también ves alguna aberración arquitectónica y hacemos por visitar su catedral, que como edificio religioso consagrado ofrece la rara posibilidad de ver los Misterios representados en piedra. El misterio es cómo conseguir entrar en ella, pues está cerrada a cal y canto. Imagínense que alguien viniese de Madrid para ver esta joya: para qué vamos a facilitarle la visita, que se fastidie. Tenemos más suerte con la Casa del Humo, gracias al propietario de La catedral de La Montaña, un guía entusiasta, culto y amable. Esteban, pues ese es su nombre, te dedica su tiempo para que te reconcilies con la belleza de Lois y conozcas la crónica de uno de sus lugares más emblemáticos: donde sí se ha hecho, por cierto, un esfuerzo de conservación sugerente y meritorio. Está por ver si su mantenimiento recibe los correspondientes recursos.

A nuestros políticos se les llena la boca hablando del turismo y su desarrollo, luego ves lo que ves si sales a dar una vuelta por tu tierra. Hay algo peor que esa lipotimia rural y es la degradación incesante de nuestra memoria. En esa Casa del Humo de Lois, que afortunadamente alguien quiso salvar de la ruina, hay una verdad que nos pertenece y nos exige con su presencia: no renunciar al pasado, no ignorarlo ni dejarlo pudrir, no olvidar lo que un día fuimos.

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