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Publicado por
Francisco Javier Gonzalez Rojo
León

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T odavía habrá tontos que se creerán que bajar el impuesto sobre la renta de las personas físicas, como se anuncia y anuncia por quien gobierna, es una medida de política económica que les sacará de la pobreza; si alguno de los cerca de cinco millones de parados españoles y otros millares y millares que no llegan al mínimo para realizar la declaración del impuesto se lo cree, de tontos se volverán imbéciles ya que no solo no les afecta favorablemente sino todo lo contrario; porque si al Estado le sobran esos ingresos, por qué no destinarlos a dar de comer a esos chicos que pasan necesidad cuando no se les da en los institutos o colegios y o a pagar profesores por las tardes para que se queden allí a estudiar con su apoyo en vez de mandarlos a casa con los deberes sin ayuda ni estímulo y sin medios para resolverlos aprobando así su fracaso escolar.

Y todavía habrá tontos que escucharán y se tragarán que el ahorro anual por la bajada del impuesto pudiera rondar los setecientos cincuenta euros al año (¡Casi nada! ¡Lo que cobran de ayuda familiar en dos meses los que no tienen ni el paro!). Porque eso, sí lo ahorrarían, incluso más, los pudientes, rentistas y trabajadores con privilegios: muchos funcionarios y trabajadores públicos y de empresas públicas y fijos de las que cotizan en bolsa; los cotizantes que ganan los sueldos más bajos lo poco que economizarían, en todo caso, daría para rebajar la media de lo que se beneficiarían aquellos.

Y quedarán tontos que re-votarán a los que se lo cuentan que llevan toda su vida subidos al lujoso tren de la política por solo pregonar el cha-ca-chá de lo que les dicen que digan y que únicamente se asoman a verlos en las campañas en que se atropan los votos; sí, unos discursos…, las manos vacías y otra vez a seguir en el tren y perderse en la lejanía.

Y todavía habrá economistas listos que defiendan esa disminución del impuesto argumentando que estimulará el consumo interno, cuando lo más probable es que los verdaderos beneficiarios se lo gastarán, por qué no y si les sobra, en viajes al extranjero y cuando ese dinero quiera regresar a España esos tontos que lo necesitan tal vez estén ya en el solar de los muertos convertidos en polvo o esparcidos en cenizas con el viento.

Y tan y tanto tonto no se darán cuenta de que para que haya tales políticos listos es necesario que haya como ellos muchos ignorantes que por morder el anzuelo es por lo que se les acaba considerando tontos.

Y demasiados tontos aplaudirán que frases huecas que no llevan a nada arreglarán sus desharrapadas economías como que el tren AVE, (veloz, veloz, pero que no vuela), traerá empresas a su desolado territorio o que una ciudad pueda convertirse en «espacio literario», como si los directivos de las multinacionales viajaran en tren y no digamos los que vengan del otro lado del Atlántico o el Indico o como que a esa ciudad se fueran a vivir todos los editores y escritores de la tierra o sus tiendas se convertirán en librerías a las que acudirían todos los lectores del mundo a comprar libros si no existieran las compras por Internet y no se cerraran sus editoriales porque hasta los libros de texto que se utilizan en sus centros de enseñanza se imprimen en otros lugares. Y cuanto tonto aún las coreará embelesados. Y no es que no tengan derecho al tal AVE, por ser un lujo que no se puedan permitir, pero una vez que se les ha acercado a los que lo tienen todo no se puede dejar sin él a los que menos tienen, aunque solo sea por la oportunidad de subirse y a pesar que no se suban ya que los pobres solo van a donde llegan andando, pues tal derecho de igualdad oportunista les corresponde a todos los territorios, entre otros motivos, debido a la deuda con la que se construye que se pecha con impuestos estatales iguales y sin diferencia territorial.

Y se querrá convertir a la mayoría en tontos repitiendo y repitiendo que en España no ha habido «rescate» a ver si cuela y cala. ¡Pues claro que en España ha habido rescate europeo! pero solo para la banca, para las grandes empresas concesionarias de servicios e infraestructuras el rescate del Estado y para los ciudadanos lo que se ha hecho es lo que se llama en términos económicos un «empobrecimiento sedado»: copagos, subida de la tributación cautiva y silenciosa, alza continua de la luz y contratos discontinuos y bajón de los salarios, recortes de servicios básicos, largas colas y listas de espera y desespera, y, a la larga, menos ricos con más y más pobres con menos, un País maniatado para años por mucha más deuda, mayor desigualdad territorial por falta de inversiones, pérdida de inteligencia social futura al tener que emigrar tanto universitario formado, ¡que si no habría sido mejor que se hubiese rescatado a todos y que hubiere quebrado la banca politizada! ¡Como si no existiesen otras maneras de gestionar España mejor!

¡Ah! Cuánto más despreocupado vive el tonto en su ignorancia que el inteligente que se tortura en la impotencia.

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