Diario de León
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León

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Algún día llegaremos al infierno y nos daremos cuenta de que está vacío. De que los demonios habitaban entre nosotros, pues la maldad es consustancial al ser humano... y más al actual.

Que la evolución hace tiempo que se detuvo es algo que cada vez parece más claro. Que el proceso involutivo al que nos entregamos, en el mejor de los casos, ya nos ha devuelto a asemejarnos a seres no muy diferentes de aquellos antepasados primates nuestros que atravesan la Península Ibérica dando saltos por las copas de los árboles sin poner pie a tierra, buscando, ellos también, la mejor fiscalidad que tienen en Gibraltar.

Ahora nos rasgamos las vestiduras con lo de París. Llamamos a las mesnadas para ir a las cruzadas. Pedimos venganza porque han traído su infierno a nuestro día a día. ¡Cómo si nosotros no tuvieramos alguna responsabilidad de que se hubieran abierto las puertas del averno!

En tiempos de tempestad y zozobra conviene, más que nunca, mirarse de frente y con detenimiento al espejo, para comprobar si nuestros actos, en no pocas ocasiones, me parece a mí, que están guidados por el sinsentido. Que pedimos la pena capital con excesiva ligereza. Que hasta en las facetas más intrascendentes de la vida buscamos la destrucción de nuestro oponente... el odio dirige con demasiada facilidad nuestros pasos.

También que las reglas las han impuesto los mismos que, cuando vienen mal dadas son los primeros en romperlas. Es triste que los muros de la intransigencia o el tolitarismo financiero —eso que ahora han dado en llamar los que mandan en Europa ‘medidas de estabilidad presupuestaria’— no hayan podido ser derribados por los llamamientos a la solidaridad y comprensión de los países que peor lo estaban pasando en esta crisis, y que ahora sea el miedo entre los más grandes el que abra grandes ventanales en ellos —lo que llevará a más de uno al cabreo extremo cuando el humo de los disparos salga del escenario y pueda reflexionar—. Y así, bajo la tricolor y a los acordes de la despiadada marsellesa, conjurémonos todos y alegrémosnos porque, por fin, se podrán aumentar los efectivos de las Fuerzas de Seguridad, Lo de incrementar las plantillas de profesores quedará para mejor ocasión... Total ahí no nos jugamos nuestro día a día, sólo nos jugamos el futuro de nuestra civilización.

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