Diario de León
Publicado por
alfonso garcía
León

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El aguador o aguatero —término este último de mayor enjundia americana— fue una profesión muy popular en tiempos en que el suministro de agua no estaba generalizado. Por esta misma razón aún persiste el oficio en algunos países árabes y americanos. Nada tiene de extraño, por tanto, la presencia de tal figura en la literatura española (Lazarillo de Tormes, Estebanillo González, Guzmán de Alfarache…), la pintura (Murillo, Goya, Velázquez…) y en multitud de reglamentos municipales. Desconozco si hay algún trabajo sobre aguadores leoneses o qué alcance pudiera tener, aunque intuyo que no sería tema menor. Al contrario, hasta es posible que se trate de un asunto definitorio de formas de vida con sus consecuentes raíces populares.

Recogiendo testimonios sobre motes colectivos de Gordón, después de publicados en un librito, localizo referencias concretas que certifican la presencia de tal actividad en al menos dos localidades de la hermosa comarca de la montaña leonesa. Ambas, con el sobrenombre del municipio, Cabornera y Santa Lucía. Aunque con enfoques y razones diferentes, en los dos casos se trata de «aguadores de cántaro» y botijo. La explicación no deja lugar a la duda. Y aunque los dos pueblos tienen mote principal (camberos los de Cabornera, zorros los de Santa Lucía), comparten como secundario el de aguadores. Vayamos por partes.

«¡Lechera de Cabornera!» fue llamada habitual en el pueblo y limítrofes anunciando la proverbial calidad del producto. Pero famosas fueron igualmente sus aguas medicinales, cuya fuente visitaban en tiempos no pocas personas en busca de salud. Algunos vecinos del pueblo se dedicaron a llevar agua desde la fuente hasta las casas en que se hospedaban los que venían a dejar en ella sus males. Aprovechando la venta de la leche, no pocas llevaban también cántaros de agua al grito de «¡Agua de Cabornera, remedio para los males!». De ahí ese segundo mote con que fueron conocidos sus habitantes y el surgimiento de versos como estos: «Las gentes de Cabornera, / aguadores o aguateros, / aunque la gente dijera / que eran buenos camberos».

El mismo mote lo compartieron los vecinos de Santa Lucía, aunque por razones distintas. Algunos habitantes de este pueblo minero esperaban con sus botijos en la estación la llegada de los trenes para vender, a cambio de un par de perronas, o la voluntad, algunos tragos a los viajeros en tiempos en que el ferrocarril carecía de tales servicios. Ofrecían agua de «La Tina», muy cercana, o de «La Fuente de la Salud», en el paraje de Paradasolana, muy recomendada por sus componentes ferruginosos, como comenta José Mª Soler en Reseña geológico-minera y catálogo de minerales, rocas, etc. de la provincia de León. No son extraños textos definitorios como este: «En este pueblo, señores, / llamado Santa Lucía, / cuentan que siempre vivían / del agua y sus aguadores». Algo tendrá cuando la bendicen.

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