Diario de León

MARINERO DE RÍO

Professional kids

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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H an tomado la parrilla televisiva con sus mohínes y sus gestos copiados de los adultos, y sus tensiones y desesperos. Los miras y remiras y, en efecto, son o parecen niños, pero sólo por tamaño y proporciones, porque todo lo demás ha sido cogerlos e intentar embutirles la camisa de fuerza de los mayores, empujarlos a copiar nuestras labores o, más bien, a cumplir nuestros sueños frustrados.

Desde chefs de asombrosa técnica cortando las verduras en juliana (pero si tienen ocho años, ¿cuándo demonios han aprendido? ¿Es que sus progenitores los guardan en mazmorras y no los sacan hasta dominar la Vichyssoise ?), y que usan palabras antes desconocidas por todos («emplatar»), hasta cantantes melódicos cuyo único objetivo vital (¿pero suyo o de sus padres?) no es otro que triunfar en las radiofórmulas. Y bailarines, deportistas, actores, volatineros... todos en miniatura. La tele se ha poblado de críos competentes (Professional kids , oh yeah!) que meten miedo porque parecen haberse saltado de golpe algunas etapas intermedias y aún así ríen al saberse encuadrados por la cámara, gozo entre los gozos modernos.

Para una patria indivisible e indiscutible que tenemos, que es la infancia, para unos años de magia que se nos conceden, carentes de preocupaciones, horarios, presiones, jefes y balances por cuadrar, unos años que recordaremos toda la vida y a los que echaremos mano cuando la cosa pinte mala —como cuando nos metíamos bajo las sábanas en noche de truena —, pues hay quienes se empeñan en suprimirlos de un limpio tajo, miren ustedes qué bien. Y en echar a los pequeños en brazos de la más salvaje competitividad, de la búsqueda de una única meta por encima de cualquier cosa, en enseñarles que no hay como los aplausos y la nota más alta, y que quien no los alcance... cacafuti. De ahí esos nervios y esas lágrimas inaceptables mientras el respetable se harta de aplaudir.

Me dicen que el lema de un cole es «forjando los líderes del mañana». ¿Y por qué no forjar personas? ¿Y por qué no dejar que los niños sean... eso, niños?

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