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León

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H oy se celebra el funeral por el presidente y fundador del grupo Eulen, David Álvarez Díez, que falleció el pasado 26 de noviembre en la clínica Ruber Internacional de Madrid, acompañado de todos sus hijos. El fundador de un imperio empresarial que factura 1.400 millones de euros y cuenta con 84.000 empleados en 14 países murió a los 88 años de edad sin abandonar sus funciones hasta que una neumonía le apartó definitivamente de su trabajo al que acudía diariamente a pesar de los problemas propios de la edad.

De gran olfato para los negocios, trabajador incansable y de fuerte carácter, este leonés nacido en Crémenes, un pueblo de la montaña a orillas del Esla, se crió entre nieves, ríos y mucho frío, un clima adverso que sin duda forjaría su fuerte temperamento.

Su padre, funcionario, se trasladó a Bilbao durante su adolescencia y allí David Álvarez levantaría los pilares de un imperio. Primero fundó una academia para estudiantes y en 1962 creó, con 8.000 pesetas y dos operarios, la empresa de limpiezas El Sol, que sería el embrión de la multinacional que hoy en día es Eulen.

Perseverante y disciplinado en todos sus empeños, David Álvarez se adelantó a sus tiempos y descubrió la idea que sería la clave de su éxito: facilitar externalizando los servicios complementarios que necesitaban las grandes empresas como la limpieza, el mantenimiento, la seguridad, el medio ambiente, la sanidad o el trabajo temporal.

Su empresa de limpieza, hasta entonces una actividad exclusiva de la economía informal, creció rápidamente en toda España. Posteriormente creó una escuela de formación para sus empleados, la Escuela de Tiempos y Métodos, y en 1974 extendió sus actividades a la vigilancia y seguridad, fundando Prosesa, una de las primeras empresas especializadas y relevantes del sector.

A comienzos de los ochenta se trasladó a Madrid y fundo el grupo familiar Eulen que aglutinó todas las sociedades de servicios que él mismo fue creando. Todo un éxito empresarial que le valdría posteriormente un brillante reconocimiento: la Medalla de Oro el trabajo y la Gran Cruz del Mérito Civil.

Pero su éxito no se redujo solo a Eulen. En 1982 los entonces propietarios de la bodega Vega Sicilia le propusieron vender la empresa a varios interesados. Tras hacer algunas gestiones, decidió comprarla él mismo. Ahí también fue un visionario. Puso al frente de la bodega a su hijo Pablo Álvarez, quien sin duda ha convertido esa bodega en una de las marcas españolas con mayor éxito y reconocimiento a nivel mundial. Pablo Álvarez, en colaboración con sus hermanos, ha creado a su vez nuevas bodegas como Alión, Pintia, Oremus en Hungría y recientemente Macan, la bodega de Rioja creada al 50% con la familia francesa Rothschild. Ahora mismo Tempos Vega Sicilia, la marca corporativa del grupo de bodegas, exporta a más de 115 países en todo el mundo.

David Álvarez creó también El Enebro, la sociedad patrimonial de la familia, que cuenta entre sus activos con el grupo de bodegas y la empresa cárnica Valles del Esla, fundada por el leonés para ayudar a su tierra. David Álvarez decidió reanudar la cría de ganado para dar trabajo a las gentes de su comarca que se habían quedado en el paro tras la reconversión industrial de la actividad minera durante las décadas de los 60 y 70. De este modo la compañía ha contribuido a recuperar la actividad ganadera tradicional, especialmente la crianza de bueyes en pastoreo para el consumo humano, que había desaparecido del mercado a mediados del siglo pasado. Actualmente es una de las escasas explotaciones de estos animales en Europa en régimen de ganadería extensiva.

Los últimos años de su vida estuvieron marcados por un enfrentamiento con cinco de los siete hijos que tuvo con su primera mujer, María Vicenta Mezquiriz, quién murió en 1986. David Álvarez fue colocando a sus hijos en puestos de responsabilidad en todas las empresas del imperio familiar pero su carácter le impidió dejarles la autonomía necesaria para modernizar esas sociedades como requerían los tiempos, lo que derivaría en diferencias de familia que se intentaron resolver sin éxito de forma privada y pacífica en varias ocasiones.

No obstante, David Álvarez murió en paz con sus hijos y sus nietos. Unos días antes de ser internado en la clínica Ruber había llamado a sus hijos para reactivar la reconciliación familiar. Mantuvo reuniones con ellos y dos días más tarde fue internado en la clínica donde falleció pocos días después. Sus hijos y sus nietos fueron a visitarle y estuvieron con él durante sus últimos días reconfortándole a él y a toda la familia. Murió en paz acompañado por su familia, siendo ampliamente reconocido por el sector empresarial de diversos países como un ejemplo a seguir para todas las generaciones futuras.