La opinión del lector
Soy Médulas y cumplí
ya la mayoría de edad
E l día 4 celebré mi mayoría de edad. Pasó casi desapercibido, con algún párrafo y alguna reseña en los medios de comunicación. Todavía no saben que la bella a quien admiran en todo el mundo ya no está tutelada, que voy a alzar la voz y se me va a escuchar.
Una parte de mí no acudió a la fiesta de cumpleaños que me ofrecieron en la casa del parque. Esa parte que tiene los medios para vestirme, para nutrirme, para organizarme y gestionarme. Sólo recibí una corta excusa desde la Junta, como si sus responsables siguiesen viendo en mí sólo una foto bonita y el polvo rojo e inerte de la montaña.
Hay quién cree que Médulas son los picachos erguidos y las galerías del ruina montium. No, aunque se me hundieran y las lavara la lluvia hasta camuflarlas sobre el terreno como si se tratase de Chao de Maseiros, esta parte mía no sufriría, al igual que nada le importa a un cráneo mantenerse envuelto en carne o deshacerse en la tierra. Mi corazón bombea con energía, su centro está en lo que mi voluntad ausente, allá en los despachos de Valladolid y León, que no quiere escuchar, que no quiere saber como me siento, llama población indígena. De este, el pueblo de Médulas no es más que su parte homónima, porque mi corazón lo constituye también Chana, San Juan de Paluezas, Orellán, Yeres, Voces..., y con ellos el Castillo del Ulver, el Señor de Bembibre, la Orden del Temple, los Astures del Castrelín, la Ninfa del Lago o el alma errante del guardabosques Manuel Murillo, que sigue velando por mí en cada rincón, y en ocasiones susurra al visitante que se adentra en la cueva encantada los secretos que atesoran los castaños inmemoriales.
Soy sabia con sólo 18 años, porque en mí reposan secretos de una civilización milenaria, porque me constituyo con cada persona que se ha dejado absorber por mi embrujo, y me llevan allí donde se encuentren, a la universidad, las Cortes o a la más alta institución en la investigación científica. Soy patrimonio de la humanidad y aquellos que traten de tutelarme y no escucharme, que paralicen los recursos y la gestión que necesito para mostrame con toda mi grandeza, aquellos que no vean en mí más que tierra inerte, serán expulsados, y sustituidos por quienes de una vez entiendan que forman parte de mí.
Sí, han pasado dieciocho años y ya nadie puede tutelarme. El cuerpo social se constituye y es imposible ocultar su voz. Ya no permite que se me prive de agua potable, de saneamientos, de accesos, de vigilancia; ya no admite el abandono. Soy una, pero también soy legión.