EL RINCÓN
160 días
S on los días con sus correspondientes noches que llevan secuestrados tres periodistas españoles en algún lugar de Oriente Próximo. Nuestros compatriotas Antonio Pampliega, José Manuel López y Angel Sastre desaparecieron el pasado 12 de julio cuando se encontraban en los alrededores de la ciudad siria de Alepo.
Es probable que estén en manos de milicianos de la organización terrorista Al Nusra, una franquicia de Al Qaeda. Si no han cambiado de patrón de conducta, este tipo de organizaciones utilizan los secuestros como una fuente (una más) de financiación. Pero nunca se puede estar seguro de sus intenciones porque en ocasiones convierten a los secuestrados en víctimas de maniobras propagandísticas.
Dando por hecho que desde nuestro Ministerio de Exteriores se están haciendo las gestiones que en situaciones anteriores similares dieron fruto y consiguieron la liberación de los desaparecidos, creo que no está de más llamar la atención acerca del peligro que corren nuestros colegas y de la angustia de sus familiares.
En este caso, concurren, además circunstancias especialmente inquietantes. Antonio Pampliega y sus dos compañeros son periodistas freelance. Quiero decir, que actúan por libre, sin un medio de comunicación concreto que les respalde, aunque ocasionalmente a lo largo de los últimos años han conseguido publicar crónicas y fotografías en diversos medios españoles o extranjeros. Al trascender la noticia del secuestro, en un comunicado, los familiares pedían «respeto, discreción y paciencia». Las autoridades se suman a esa petición de discreción. La «notoriedad sube el precio del rescate». Es terrible tener que escribirlo así, pero experiencias anteriores de otros periodistas españoles secuestrados así lo demuestran.
Aún teniendo en cuenta las circunstancias que rodean el caso, no podemos dejar que el silencio sobre el riesgo que están corriendo nuestros compañeros cristalice en olvido. Estamos con ellos y ¡ojalá¡ podamos dar pronto la noticia de su vuelta a casa.
Su sufrimiento de tantos días dignifica un oficio como el periodismo tan entregado en otros de sus registros a la frivolidad cómoda y desconectada de los problemas de la gente que sufre el horror de las guerras y de quienes arriesgan sus vidas para contarlo. ¡Queremos que Antonio, José Manuel y Angel vuelvan libres y sanos!