EL RINCÓN
Duelo en el barro
E stamos ante un combate que vamos a perder todos. Lo que mal empieza tiene altas posibilidades de acabar peor y el final de la campaña va a ser el comienzo de otra, con los mismos enfrentamientos y los mismos perros, con los mismos collares. Paciencia y barajar.
En esta timba, al contrario de lo que viene siendo habitual, ni siquiera los tahures podrán arrendar sus ganancias, ya que todo van a ser pérdidas: de confianza, de ilusiones y, sobre todo, de tiempo. ¿Se defiende con más ahínco lo que se tiene que lo que se desea adquirir? No se sabe.
La palabra cambio es para mucha gente un sinónimo de mejoría, pero otros están convencidos de que quien resiste gana. No fue esa frase invención de mi amigo, el gran narrador y confuso partidario de los unos, de los otros y de más allá, Camilo José Cela. Mucho antes de que él patentara ese eslogan se decía que «todo el que aguarda sabe que la victoria es suya». Tampoco es verdad. Hay quien ha muerto de viejo esperándola.
Esta noche sabremos cómo vamos a ser en el futuro inmediato, pero la intriga crece y no tiene pinta de que haya codazos en las urnas. ¿Modificarán la intención de voto, minuciosamente investigada en las encuestas, las agresiones verbales sufridas por Rajoy en su debate con Sánchez? ¿Influirá el alevoso ‘crochet’ de izquierda que le asestó el robaperas menor de edad, sin darle tiempo para subir la guardia y parar el golpe con el antebrazo, en vez de con el pómulo?
Si el aguerrido cretino acierta a colocar la zurda en la sien o en el final de la barbilla, que los boxeadores llaman la punta de la pera, el k. o. hubiera sido fulminante.
Por fortuna Rajoy es un gran encajador y está acostumbrado a no quejarse, por muchas quejas de los ciudadanos que reciba. Ahora está atento a la pelea entre el PSOE y Podemos por el voto andaluz. Son los más pobres los que deciden, pero no se sabe bien por qué no entra en liza Alberto Garzón. El candidato de Unidad Popular-IU es el único que no ha dicho ninguna tontería en la campaña.