LA VELETA
Un país sin estadistas
E n la Transición había partidos políticos, como hay ahora, que defendían el derecho de autodeterminación de las naciones sin Estado que a su entender había en España. También tenía entonces España partidos ilegales que no aceptaban el marco constitucional. Había en España fuerzas políticas radicales en la izquierda, anticapitalistas, y en la derecha, reaccionarias. Algunos partidos abanderaban la vuelta atrás y por eso sonrieron ante el golpe de Estado, felizmente frustrado, de 1981. En resumidas cuentas, en la Transición y en los años posteriores, ahora mitificados, había de todo en España, con aspectos de la política muy nobles y otros nada edificantes. Lo que sí había entonces era líderes, es decir, hombres con vocación de estadistas, políticos dispuestos a asumir riesgos más allá del tacticismo, el populismo y la demagogia.
Lo que cambia en la España de hoy no es lo primero, sino lo segundo. Se supone que ahora hay muchos más politólogos pero muchos menos políticos. Son muchos los problemas del país en la actualidad, pero vistos con perspectiva podrían sintetizarse en dos: el primero, el más importante y el más grave, sería la falta de un modelo económico capaz de generar riqueza suficiente para ser repartida de manera razonable, y el segundo, tal vez una consecuencia del primero, el deseo de una parte de España de separarse, tal vez en busca de su propio modelo económico y político, a lo sumo compartido con España dentro de la Unión Europea.
La clase política española elude ambos problemas. Ante el primero, se hace demagogia y populismo, pero nadie habla de cómo suplir el ladrillo por un nuevo modelo productivo. Es más fácil, qué duda cabe, quedarse en los diagnósticos que en la solución de los problemas. Incluso podría añadirse que es más cómodo hacer populismo que sentar las bases para nuevas empresas tecnológicas. No falta tampoco quienes ven esa tarea como un imposible, sin percatarse de que en Estados Unidos lo hacen sin despeinarse. Llegan al extremo de obviar que España pasó de una economía agraria a otra de servicios, y que lo hizo de la mano de políticos con buenas ideas y determinación. Ante el segundo problema, también se esconden. O bien lo niegan o bien se refugian bajo las hojas de la Constitución. En España no hay hoy políticos capaces de gestionar el problema de Cataluña.
Por todas esas razones, España no tiene gobierno ni siquiera quien quiera gobernar a riesgo de quemarse. Tiene políticos que pretenden ganar un buen sueldo y colocar a sus amigos de manera cómoda. Para decirlo de manera más clara: en España no hay un Adolfo dispuesto a quemarse y no hay un Felipe capaz de modernizar el país. Frente a estadistas como Adolfo Suárez y Felipe González tenemos lo que todos sabemos que tenemos. Muy poquita cosa.