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Publicado por
álvaro miguélez
León

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C uando los efectos de la crisis se relajan sobre la economía española aparece un nuevo problema en la política con el resultado del 20-D. Los españoles tenemos muy divididas las tendencias y por ello cada uno vota según le va en el ‘mercado’. Una parte apoya a los partidos nacionales y regionales tradicionales, pero son minoría; hay otros también, minoría, que votan nuevas tendencias con la sana intención de cambiar la situación actual; también votan aquellos que meten en el sobre una dosis de cabreo para castigar las medidas tomadas durante los últimos años, atacar a los corruptos y hasta con la intención de romper con el orden establecido. Así nos encontramos con un Parlamento con once partidos, por lo menos 14 grupos parlamentarios, todos con muchas e interesantes propuestas, algunas con difícil encaje en la Constitución.

Las Cortes Generales arrancan el 13 de enero. A partir de esta fecha se inician las consultas para la elección del jefe del Ejecutivo, que no pueden durar más de dos meses. Sin embargo, como si estuviéramos en una primavera adelantada, ya han comenzado los contactos de amor y desamor entre los partidos. Todos tienen que lidiar el estado de una nación difícil, pero con vitalidad; con una grave crisis, pero con síntomas de recuperación; conscientes de que hay que hacer importantes reformas para lo que se necesita que todos, por lo menos una gran mayoría, remen en la misma dirección. Ya no caben medias tintas. Ya no vale empecinarse en líneas rojas y verdes. Sólo vale altura de miras y empujar hacia adelante.

Si como dice el proverbio chino toda crisis es una oportunidad, ha llegado el momento de atajar de una vez los graves problemas que soporta la economía y la política española: Justicia Social, el Poder Judicial, los casos de corrupción, las puertas giratorias, independentismos, desahucios, Ley Electoral, el Senado, el paro... junto con la redacción de una nueva Constitución que actualice y perfeccione aquellas normas que han quedado obsoletas con el paso del tiempo, que se adapte a la evolución de la sociedad española y sean aceptadas en Europa, de donde emanan ya la mayoría de las grandes decisiones políticas y económicas.

Por todo ello no concibo un Gobierno débil que sea marioneta de pequeños grupos que torpedeen las iniciativas que proponga. Un Ejecutivo compuesto por fuerzas suficientes como para llevar a cabo las reformas necesarias. Los partidos políticos deben presentar a su mejor ‘sparring’, que sepa aportar y encajar, que deje atrás principios secundarios para así sumar en lo que les une en favor de la nación española. Es el mandato expreso de todos los españoles a través del voto. Estamos en víspera de muchas y largas negociaciones, para una legislatura que será corta e intensa. Mañanas, tardes y noches de reuniones, diálogo, reflexión, hasta la extenuación. Con la fuerza que dan los votos llegarán los acuerdos, aunque sea en el último minuto.