Diario de León
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FRANCISCO J. LÓPEZ RODRÍGUEZ. profesor
León

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S e trata de un concepto político que permite hacer referencia a los movimientos que rechazan a los partidos políticos tradicionales y que se muestran, ya sea en la práctica efectiva o en los discursos, combativos frente a las clases dominantes. El populismo apela al pueblo para construir su poder, entendiendo al pueblo como las clases sociales bajas y sin privilegios económicos o políticos. Suele basar su estructura en la denuncia constante de los males que encarnan las clases privilegiadas. Los líderes populistas, por lo tanto, se presentan como redentores de los humildes. El término populismo tiene sentido peyorativo, ya que hace referencia a las medidas políticas que no buscan el bienestar o el progreso de un país, sino que tratan de conseguir la aceptación de los votantes sin importar las consecuencias. Cuando la noción de populismo se utiliza de manera positiva, se califica a estos movimientos como propuestas que buscan construir el poder a partir de la participación popular y de la inclusión social.

Los discursos populistas están ganando peso en España en los últimos años, porque hay un caldo de cultivo muy propicio para ello, debido a la crisis. El nivel de populismo de la política española es equiparable al que hay en algunas de las democracias europeas e hispanoamericanas, cuyas máximas expresiones, son: el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, en decadencia, o el de Tsipras en Grecia, Le Pen en Francia, Chaves-Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia o Fidel Castro en Cuba e inclusive el pasado de los Kirchner en Argentina.

El populismo no causa la crisis del sistema. Es la crisis del sistema la que abre las compuertas al populismo. La aparición de un líder o un discurso coherente a eso hace que estas demandas puedan entrar en la arena política. Hay tantos populismos como líderes. Pero, ¿quién es populista ahora? Los expertos afirman que hay rasgos de populismo en muchas formaciones políticas, pero ningún líder reúne todas las características de un gran populista. La gran mayoría de los expertos consultados afirman que la formación de Pablo Iglesias contiene elementos claramente populistas. Podemos tiene un componente populista auto asumido, incluso dentro de un debate. Podemos está debatiendo qué significa ser populista. Podemos es populista porque algunas de sus medidas comportarían actualmente muchos más inconvenientes que beneficios: la renta básica para todos los ciudadanos y blindarla en la Constitución. Es decir, todos los que no trabajan percibirán una renta garantizada, se supone de por vida. Declarar el impago de la deuda soberana o la nacionalización del sistema bancario. El populismo de Iglesias, recoge el movimiento gallego del independentismo. Sintoniza con los ex etarras de Bildu y, de manera especial, recoge el derecho a decidir de los catalanes.

Este personaje electriza e imana a las masas. Pero, ¿de qué masas se trata? Muchos desempleados incapaces de encontrar empleo por su baja cualificación; parados que no buscan empleo porque piensan que tendrán una renta de por vida; desesperados que perdieron todo; los desahuciados; muchos que quieren vivir sin trabajar o bien trabajar de cuando en vez a imitación de los subsidiados del Per andaluz; muchos universitarios que llevados por su ardoroso ímpetu juvenil pretenden implantar una sociedad de equilibrio luchando contra los poderosos. Y olvidando sus deberes. Tienden a calificarse de populismo las respuestas que se dan a las demandas del conjunto de la ciudadanía.

Todos los nuevos partidos se presentan como salvadores de la crisis, de los desempleados; los afectados por desahucios, los que no ven futuro en este país. Todos toman como base la corrupción de los partidos tradicionales. Inician su actividad con esloganes por ejemplo, la expresión «casta política». Sus mensajes también se centran en ese discurso crítico con la partitocracia, el bipartismo, y exhortan a la movilización. Calan en la sociedad los mensajes de los grandes partidos en cuanto a que no cumplen lo que dicen. De la quema no se libra ni el presidente de la Generalitat, Artur Mas, que es populista al plantear la independencia como la solución de todos los males y como salvador de la causa catalana.

¿Hacia dónde vamos? Y, tras el populismo, ¿qué? Como el sistema es incapaz de regenerase, el populismo está llamado a tener la centralidad del marco político. Nos deslizamos hacia una política mucho más fragmentada, más plural y con discursos políticos mucho más estridentes y con mayor carga populista, pero con resultados nefastos y con arriesgado peligro para la supervivencia del progreso. A los populistas no les importa el Estado, ni la economía ni sus consecuencias, sólo les importa transmitir el mensaje que la masa desea escuchar. Para los populistas la nación española es un concepto, no, una realidad. En la situación actual, las condiciones, entre otras, para pactar un Gobierno es admitir referéndum en Cataluña. Craso error. Detrás vendrán: El País Vasco, Navarra, Galicia, Baleares, Valencia y los leoneses tenemos derecho a un referéndum para segregarnos de Castilla y, por decir más, el pueblo de Arintero en la montañesa leonesa, reivindicará los privilegios concedidos por Isabel la Católica, por haber participado en su ayuda la hija del conde García de Arintero, en la milicia el caballero Oliveros, después reconocida como la Dama de Arintero, a la que le concedieron un serie de privilegios, entre otros, exención de impuestos.

¿Es bueno o malo? Sólo hay que recorrer la Historia y analizar en qué terminaron los populismos. En Alemania, un exceso nacionalista que provocó una guerra y un genocidio. En Italia, un fascismo que le llevó a la ruina. En Rusia, miseria, pobreza, esclavitud y millones de muertos por las dictaduras, leninistas, trotskistas, estalinistas y comunistas posteriores. En Cuba, pérdida de libertades, miseria y desarrollo cero. En Argentina, corrupción. En España, el populismo puede ser la ruina y la degradación del sistema.

No hay ningún país en el mundo que con el populismo haya progresado o que se hayan acabado las injusticias. El populismo tiene más de corrupción que de progreso, ahora bien, como oposición tiene el mérito de denuncia, pero no puede ser nunca poder.

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