Diario de León
Publicado por
juan carlos franco
León

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R econozco que los únicos matices a vainilla que consiguen detectar mis papilas gustativas son los de los flanes Dhul. Y que los frutos rojos, más allá del tetrabrik del zumo de oferta del Mercadona —casi mejor del Froiz, que así no se me enfada Eduardo—, no los he degustado en copa de vino alguna. Será verdad que el mundo es un universo de grises entre el blanco y el negro, pero lo cierto, es que, en según qué cosas, a esta rara especie que somos los humanos, nos gusta complicarnos la vida. Con lo sencillo que resulta separar la paja del grano, con un simple ‘me gusta’ o ‘está malo de cojones’.

Pues no. Nos deleitamos haciendo alarde de unos conocimientos que no tenemos, aprovechando aquello de que el tuerto es el rey en el país de los ciegos. ¿En cuantas rondas de chateo no nos hemos dado de bruces con el entendido de turno ilustrando al grupo con sus conocimientos enológicos? Y es que con el vino, al menos aquí y más de un tiempo a esta parte, ha comenzado a pasar como con el fútbol en todo el territorio patrio: todo Dios es un experto seleccionador.

Esta comarca nuestra se está convirtiendo, sino lo es ya, en una tierra de hidalgos. De rehenes de su pasado con futuro incierto. De gentes para los que las apariencias se guardan mejor con una copa de vino —si es caro, y no necesariamente bueno, mejor— en la mano.

Será por eso por lo que reivindicamos hasta la saciedad un título —de Enología— con el que certificar nuestra hidalguía. Tiramos de espada para defender lo que consideramos nuestro por derecho, recordando aquellos tiempos en los que soñamos ser algo apelando a la bilis en lugar de la inteligencia.

Así, entre los sesudos argumentos que se han puesto sobre la mesa, echo en falta uno al que recurrió un viejo compañero de batallas en esto del periodismo de corresponsalía de mis primeros tiempos. Éste, en su discurso de agradecimiento por la concesión de un premio, justificó su concesión, con el carácter medio irónico, medio bonachón que le caracterizaba, no por las informaciones que con mayor o menor fortuna podía haber publicado sobre la DO Bierzo, sino por las cosechas a las que podía haber dado ya cuenta. Seguro que todavía no es demasiado tarde para hacerlo.

Sólo espero que de esta contienda no nos despertemos con resaca y lamentando otras oportunidades perdidas.

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