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CAMINO GALLEGO
León

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S i hubiese buen señor. Se dice en el Cantar del Cid, ese guerrero castellano que se enfrentó al rey leonés Alfonso VI y le hizo jurar que no había tenido parte en la muerte de su hermano. Pues casi diez siglos después estamos igual. Vasallos buenos hay, pero los señores no lo son. Por desgracia esta provincia lleva casi mil años a la deriva y cada vez se empequeñece más. Nos salvan las individualidades, que se dejan la piel por una idea y la sacan adelante luchando contra todo, porque no suelen encontrar apoyo.

Ahora se enteran de que el turismo es una fuente inagotable de riqueza y que en León hay cantidad y variedad para atraer. Nuestro problema es que no se ponen de acuerdo y cada uno rema en una dirección, y así no se avanza. Sólo se cansan los remeros hasta que se dan cuenta y deciden dejarlo, porque el esfuerzo es enorme para no moverse del sitio. Al turista hay que atraerlo con monumentos y nos sobran. Pero luego hay que ofrecer algo más, para las tardes y noches. Creemos que con el Húmedo y otras zonas de vinos es suficiente y antes podía serlo, pero ahora todas las ciudades tienen algo parecido si no mejor. Otras cosas que atraen turistas son el Purple (y estuvieron a punto de cargárselo), el Magistral de Ajedrez (y cada año es más complicado sacarlo adelante), el Festival de Magia (un lujo que ha sobrevivido con el boca a boca, porque quien va una vez repite el año siguiente...) y también el Festival de Órgano, nacido para conseguir uno acorde con el grandioso templo que lo alberga. Fue una bella empresa que finalmente se consiguió y tantas miras tenían en Poridad que creyeron que con tener órgano nuevo ya no hacía falta más. Total, para qué se iba a tocar. Así estuvo también a punto de desaparecer. Los dos últimos años se han reducido sus conciertos y tampoco se pueden conseguir figuras de renombre, aunque son muchos los que vienen por el simple placer de tocarlo y por amistad o agradecimiento a sus organizadores. Por tercer año habrá penurias. Y «el Obispado se niega a cobrar entrada», una entrada simbólica de un par de euros, que disuadiría a quien no estuviera interesado y al mismo tiempo ayudaría a costear el programa. No entiendo al Cabildo. Tenía que haber aprendido, sólo de pensar lo que ha perdido si hubiera cobrado entrada a la Catedral desde que hace muchos años lo propuse aquí. Y ahora hace lo mismo con el Festival de Órgano...

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