Diario de León
León

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En poco tiempo he escuchado a un par de personas que por su actividad deben cruzarse con frecuencia con políticos que las cosas se han hecho singularmente complicadas con los nuevos. Las instituciones necesitan algo tan sencillo como una actividad normal si se mantiene el objetivo de buscar el beneficio ciudadano como prioridad.

Pero el paso de los eslóganes a la gestión del día a día requiere un trecho que a muchos se les puede hacer eterno. Tanto en lo local como visto lo del otro día en el Congreso. Los selfies y los postureos son muy divertidos. Pero no sirven para solventar los problemas reales del país y de manera especial de las personas.

La bisoñez tiene consecuencias graves cuando se entremezcla con el poder. Recientemente se lamentaba Nicolás Redondo hijo de que tantos como le sacuden ahora a diario a Zapatero no osasen rechistarle cuando deambulaba de nube en nube. Y recordaba los comités federales cuando Felipe González daba siempre la palabra con prioridad a los más críticos porque eso le ayudaba a ampliar sus miras.

Eran sin duda otros tiempos políticos en los se creía en el debate, incluso interno. Y eso ayudaba a los líderes a pisar el suelo más allá de las lisonjas de escuderos y fontaneros que ahora corren al desmarque de aquellos tiempos porque lo sembrado florece en Cataluña y especialmente en ese Podemos que si alguien no lo remedia se comerá al PSOE.

A Zapatero, como a la víctima del vil crimen que se juzga estos días en la Audiencia de León, les habría venido bien algún Pepito Grillo. Pero los que criaron en sus pechos daban entonces la callada por buena. Eso sí, aquí en León hasta que se repartieron la herencia en las salas del Palacio de los Guzmanes cuando aún se extraían las balas en el Anatómico Forense.

En Ferraz alguno quizás se sobresaltó al leer que ‘el PSOE exige que gobierne la lista más votada’. Ah!!! Es en Santa Marina del Rey. En la capital del reino cada vez se ve con más claridad en la cocina socialista que empuja a Sánchez hacia La Moncloa la presencia del ‘artista’ del pacto de Ponferrada, ese que prueba que la sombra de Pepiño Blanco sigue siendo alargada.

Si aquí tenemos a uno que con su cintura política si se precisa da toques a una guinda, Óscar López lo tiene claro. La usaría con tres cubiletes porque hace real lo más imposible. O al menos lo intenta. En esas manos parece que andamos.

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