TRIBUNA
Vacuno lechero: especie en extinción
S e ha terminado 2015, uno de los peores para nuestro sector, y podríamos estar contestos si se quedasen atrás nuestros problemas; pero parece que el nuevo año no nos trae buenas noticias. Los ganaderos no somos valorados dentro de la cadena de valor de la leche y menos, desde que en abril desaparecieron las cuotas lácteas, y eso que nosotros somos los que ordeñamos las vacas, ¡qué cosas! Cuando acaba el año, se hace balance, pero en nuestro caso, mejor olvidar rápidamente. Aunque si olvidamos, no aprendemos, mejor denominar al año 2015: annus horribilis .
2015 comenzó con bajadas del precio de la leche, que auguraban lo que nos llegaría meses después. La sangría fue constante, hasta que se alcanzó el mes de abril, en el que, según el Ministerio, llegaría el gran momento de la ganadería. Ellos, que son muy previsores, implementaron la famosa «desaceleración lenta». Y efectivamente, desaceleración o caída en picado sin supervivientes, pese a nuestras advertencias de que no era una medida adecuada
En mayo empezó nuestra debacle: la cuota deja de existir. Pero no es que deje de existir, es que cambia de titular, antes era de los ganaderos, y ahora, es de la industria. A partir de entonces, ellos pueden escoger cuánta leche recogen a cada ganadero, cuánta le dejan, cuánta le pagan a un precio y cuánta le roban a otro. Todo esto porque según la industria sobra leche, pero vemos que sobra la leche cara porque a 18 céntimos no sobra ni un solo litro. Con esta disculpa y liberada la industria de la carga de las cuotas, empiezan a bajar los precios de la leche y poco a poco empiezan a dejar de recogérsela a ganaderos, aquí y allá. Así, son capaces de llevarse la que queda barata y tener una buena disculpa para bajar a los demás, claro, en la subida no, pero en esto, todos de acuerdo, como baja el otro, bajo yo. Y su canción de siempre, «me ponen leche a 20 céntimos en muelle de industria, la que quiera», que curioso, y esto en un país deficitario, ya que no somos como Francia, si no tendríamos que pagar para que nos la recogieran.
En agosto, ya no podíamos más y empezamos a protestar pero, como siempre, con una implicación muy desigual y escasa, atendiendo en muchos casos al «que me arregle el problema el otro». Pero se empezó a mover algo, en Galicia se hicieron tractoradas y manifestaciones en los pueblos grandes, y se empezó a calentar la cosa, hasta llegar a tener unos 700 tractores rodeando la Muralla de Lugo. Allí estuvieron aparcados durante varios días, y un grupo de ganaderos empezó a cortar las industrias. Pero comenzaban las discrepancias entre nosotros: unos querían entregar la leche y otros no. Algo muy típico es la lucha entre ganaderos.
Con este panorama, la industria se frota las manos, porque ve que nunca seremos capaces de unirnos. En este mes, también salió de León, con dirección a Madrid la Marcha Blanca, con buen apoyo del sector, pero uno de los principales sindicatos no quiso participar. Durante doce días estuvimos caminando, pese a que el apoyo no fue el que se podía desear. Cada día unos 70 ganaderos recorrían los 10 kilómetros de media que separaban la salida de la meta, y así hasta llegar a Madrid, cansados, cabreados y con la intención de demostrar al ministerio que tenemos un problema. Ese problema que ellos no quieren ver, y tampoco hacen nada por arreglarlo. Después de mil disculpas y a la vista de que en Madrid había más de 2.000 personas, la señora ministra no tuvo más remedio que recibirnos y nos dio un mitin de lo bien que lo estaban haciendo, de lo mucho que estaban haciendo por nosotros… Todo palabras de política añeja, porque nos quieren callar con cuatro migajas, en forma de subvención, que ni palian la crisis, ni la cambian, ya que lejos de ser coyuntural, como creen nuestros gobernantes, es estructural y si la culpa no la tiene el ganadero.
Después se abrió una ronda de reuniones a cuatro bandas: industria, distribución, ganaderos y ministerio, y tras un gran paripé se firmó «la panacea para el sector lácteo», y otra vez, el ministerio nos engañó. Nos quisieron volver a calmar, esta vez con una firma solemne, en la que estaba lo más granado de la cadena de valor de la leche, eso sí, faltaban los de siempre, los que ordeñan las vacas. Éstos solamente estaban representados por un sindicato, que a día de hoy, quizá no sepa ni lo que firmó, ni por qué lo firmó. Lo que está claro es que fueron otra vez, cantos de sirena. La mayoría del sector, sabíamos que no serviría para nada, pero, nuestra ministra ya tenía su ansiada foto para la posteridad.
En noviembre, la Junta de Castilla y León, hizo lo mismo, pero mejor, ya que sumó más apoyos del sector; los sindicatos que faltaron en Madrid, sí que firmaron y estaban en la foto de Valladolid. ¿Qué firmaron aquí? ¿Algo mejor que en Madrid? ¿Por qué aquí sí que se sumaron los demás sindicatos? Estas preguntas que todos nos hacemos, no tienen respuesta, y en la práctica ni la foto de Madrid, ni la de Valladolid sirvieron para nada.
El año 2015 fue pasando, y después de estas firmas, seguimos esperando que algo cambie, que la industria pague la leche al ganadero a un precio que cubra costes, ¿es tanto pedir? Solo queremos vivir de nuestro trabajo y es lo único que pedimos. Solamente pedimos que nos dejen continuar trabajando en lo que nos gusta.
La distribución sigue igual, y aunque ya no hacen ofertas escandalosas, todavía se ve leche a poco más de 50 céntimos. Ellos si la subieron, pero al consumidor, lo que quiere decir, que en la cadena de valor de la leche, alguien está ganando más dinero, y no es el que ordeña las vacas. Todo un éxito para el ministerio y para la consejería.
En diciembre, en Galicia, volvieron a la calle, otra vez divididos, unos a la muralla y otros cortando las distribuciones, cada uno por su lado. En Castilla y León, seguimos esperando a ver si los gallegos nos lo arreglan. Hace un par de años quedábamos en España unas 20.000 vaquerías. A día de hoy quedaremos unas 16.000. Nefasto balance. Pido que se incluyera al ganadero entre las especies en peligro de extinción, porque, dentro de poco, quedarán más linces que ganaderos, y con más perspectivas de supervivencia los primeros.
Amigos, así fue nuestro 2015, y nosotros, los ganaderos, seguiremos como siempre: sin unión, apáticos y esperando a un mesías que nos arregle la situación. Es evidente que no nos juntamos ni para ganar dinero. Espero que cuando quedemos cuatro para una partida de mus, nos unamos, aunque sea por parejas.