EL RINCÓN
Los acomodadores
H ay sitio para todos, pero algunos deben resignarse a que sus posaderas caigan algo distantes de los que mandan en la fiesta y de la llamada zona noble. También la pobreza obliga.
Ningún arquitecto ha conseguido hasta ahora que todas las localidades de una plaza de toros sean de barrera, pero la situación de sus señorías en el Congreso de los Diputados ha traído disgustos, quizá porque los llevarán ya puestos al entrar al hemiciclo.
Los más ofendidos son los diputados de Podemos, que se lo han tomado como humillación. Todo esto no es más que un reflejo de las penosas situaciones que se viven fuera del coso, que es el verdadero cráter ibérico. Felipe González, que es más sensato y el que lo hizo mejor cuando le dejaron hacer, dice que ni el Partido Popular ni el PSOE debieran impedir que otro gobierne. Se llevan a matar y en su terca lucha los dos resultan malheridos buscando cada uno su sitio. Los únicos inocentes son los acomodadores.
Quienes nos negamos a admitir que España sea un país ingobernable deseamos que los políticos nos lo demuestren. No es que prefiramos tozudamente a unos que a otros, que de eso sí hay algo, es que nos parece mejor que mande uno a que no mande ninguno. El rey volverá a consultar a los 14 partidos que recibió la semana pasada.
Es necesario que coja la sartén por el mango aunque queme y muchos ex apoyan un gobierno transversal para una legislatura de sólo dos años, que en política son muchos porque dan para más de dos escándalos semanales.
El último por ahora es el de la falla valenciana. La gente canta en la calle eso de ‘Rita, Rita, lo que se roba no se quita’, mientras el Supremo anula por engaño la compra de acciones de Bankia. Considera que existían «graves inexactitudes», es decir, enormes desvergüenzas en el folleto de la oferta pública de acciones de la extraña entidad.
Como no podían salvarla quienes la hundieron, acordaron que tendríamos que salvarla nosotros. Que para esto estamos.