Titiritando

S e hace saber que en esta casa vive un titiritero, cuyo oficio repudian clérigos e soldados; enoja a políticos y usureros, abjuran escribanos e fijosdalgos, porque su bolsa es endeble, su verbo maligno, y se acompaña de poetas e otros menesterosos que dicen vivir de sus artes malsanas, porque no han de rentas. Queda advertido . (José Padilla Monge: Lapidario para gente non sancta )

Se hace saber que a partir de ahora poner manifestaciones deleznables en boca de un personaje de ficción, se comparta o no su significado, puede ser objeto de prisión. Se juzga el mal gusto. Y no vale argumentar que el autor, amparado en los derechos que antes le asistían como creador de ficciones, pone en sus personajes ideas que ni siquiera comparte precisamente para denunciarlas.

Por tanto, están advertidos aquellos que para denunciar el uso torticero que determinados poderes hacen del terrorismo en un intento de anular a los que disienten, por ejemplo, se arriesgan a ser denunciados a su vez y quedar atrapados en un bucle. Aunque sufran en sus carnes precisamente lo que denuncian y se demuestre así que su ficción es más real que la realidad misma.

Se hace saber que la libertad de expresión podrá sacrificarse en cualquier momento si con ello los mismos poderes que hacen un uso torticero del terrorismo logran socavar la reputación de quienes ocupan puestos de responsabilidad, porque allí les han colocado los electores, pero piensan de forma diferente y tienen una forma diferente de gobernar.

Advertidos quedan, además, de que está fuera del sistema votar a opciones políticas que critican los abusos del capitalismo o la tiranía de los mercados porque eso empeora la economía, ahuyenta a los inversores y hace bajar la bolsa.

Esta es la advertencia. La sátira está fuera de la ley. Y ser titiritero es profesión de alto riesgo, especialmente si los títeres son de cachiporra y la obra, por error u omisión, se representa ante un público inadecuado como son los niños.

Se considerará un agravante la falta de talento y la ausencia de buen gusto. Y no se entenderá como eximente el Carnaval, ni su tradición provocadora. De hecho, se hace saber que el año que viene disfrazarse y desfilar por la calle con una máscara puede que también sea delito.