El agujero del pozo
Ahora que ya hay tardes que no se hacen tarde y mañanas que apetece que sean hoy, se nos llena de repente la antesala de la primavera de mapas del tiempo con isobaras peinadas a lo afro. Viene el frío cuando hacíamos hueco en los armarios para las camisetas, cansados de la murga de un invierno para todos los públicos, y nos pilla a la puerta del pozo en el que el Gobierno y las eléctricas, amén de la actitud taimada de la Junta, han enterrado 123 años de historia minera. Más de un siglo de vida en el que la cuenca de Gordón se cinceló a golpes de hachón y barrena para configuran un modelo de desarrollo económico integral que suspendía cada día de las jaulas que bajaban a las galerías los economatos, los colegios, los casinos y los campos de fútbol. Una cadena de dependencia ligada a la Hullera Vasco Leonesa que se rompe de manera abrupta ante el vértigo de una población que, resignada a que sólo un milagro haga aparecer un comprador, se mira en el espejo del valle de Sabero para entender lo que se les viene encima: ese silencio metálico que, poco a poco, llena de óxido las cerraduras de las casas que se cierran y no vuelven a abrirse.
La rendición de la propiedad, que aún tiene pendiente una explicación por los muertos del Grupo Tabliza, avanza lo que terminará por acontecer en los escasos reductos de la minería que sobreviven sublevados ante la postura despótica del Ministerio de Industria. Pozos en los que la última lucha quedará velada sobre las mesas de los despachos para salvar de la mejor manera posible el desbarajuste de los balances económicos con el pago por plazos de las ayudas atrasadas. Mientras, se construye un discurso color de rosa para vender en la calle que la reconversión de la minería salvará los empleos de quienes están hartos de ver pasar delante de sus casas los camiones cargados con carbón de importación. Vidas hechas cisco de un solo golpe que no encuentran con que calentar una esperanza de futuro en su tierra. Jóvenes y no tan jóvenes ya que no tienen nada que ver con el estereotipo manipulado de sueldos desbordantes y jubilaciones anticipadas que se ha engordado desde el poder.
Como sea verdad al final que el frío se nos mete en casa, en León nos vamos a acordar de que no nos queda ni con qué calentarnos.